Política exterior sobre Venezuela



Para hoy está contemplado que el Presidente de la República viaje a la localidad de Cúcuta en Colombia, con el fin de participar en la entrega de ayuda humanitaria a Venezuela, que hasta ahora el régimen de Nicolás Maduro se niega a aceptar. A pesar de que este acto se enmarca en un amplio esfuerzo internacional para ejercer presión pacífica en contra del régimen y forzar su abdicación, sectores de la oposición chilena han criticado duramente este viaje, acusando un afán de figuración y de utilizar la política exterior para ganar dividendos locales.

Un grupo de excancilleres, parlamentarios y dirigentes políticos de la ex Nueva Mayoría emitió recientemente una declaración en que acusa al gobierno del Presidente Piñera de estar abandonando la política de Estado, en que las decisiones más significativas se han adoptado en consulta con instituciones públicas, Senado y Cámara de Diputados, así como partidos políticos, excancilleres y agrupaciones sociales y empresariales. Para el caso específico de Venezuela, acusan que tanto el gobierno de Chile como el resto de los países del Grupo de Lima han sido "extremadamente débiles" en la defensa de una salida pacífica de la crisis venezolana, plegándose a la estrategia norteamericana. Ello, dicen los firmantes, "rompe con la tradición de autonomía de nuestra política exterior".

Ante el tenor de las críticas de este documento -el cual no fue suscrito por todos los excancilleres de oposición- parece evidente que la noción de "política de Estado" que subyace aquí se ha extremado, pretendiendo que las relaciones internacionales deban ser manejadas como si se tratara de una instancia colegiada. Temas de alta sensibilidad y que comprometen al país, como el caso de los asuntos relativos a la soberanía, prudentemente se han tratado con este criterio transversal. Pero la decisión de desconocer la legitimidad del régimen de Maduro y en cambio brindar respaldo al Presidente encargado Juan Guaidó, forma parte de las facultades privativas del mandatario en su calidad de conductor de la política exterior.

La expresidenta Michelle Bachelet, a su turno, evitó expresamente una condena al régimen de Maduro y tampoco ocultó sus preferencias por el régimen cubano. Aun cuando con ello embarcó al país en una postura que difícilmente podría ser respaldada como "política de Estado" a la luz de la magnitud de la crisis venezolana, se entendió que tal forma de entender nuestra política exterior era parte de sus prerrogativas.

Es legítimo entonces que el actual mandatario haya optado por variar la postura del país frente al drama de Venezuela, buscando mayor concordancia con uno de los pilares centrales de la política exterior chilena, que es la defensa de los derechos humanos y la búsqueda de soluciones pacíficas para resolver controversias.

Sin perjuicio de que el viaje presidencial a Cúcuta pueda ser debatible como estrategia en el marco de la causa venezolana, el hecho de que el mandatario pretenda encabezar un liderazgo a nivel regional, realzando la voz del país en contra de un régimen que ha desatado una crisis humanitaria, es un paso que debería despertar adhesión.

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