Políticos reemplazables

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La primera ministra Theresa May realiza su discurso en la Cámara de los Comunes antes de la votación por el Brexit. Foto: Reuters


Mientras Europa se enfila hacia sus próximas elecciones, sale a la luz el estudio "European Tech Insights 2019" con un dato: uno de cada cuatro europeos se muestra favorable a que un dispositivo de Inteligencia Artificial (IA) sustituya la actividad de los políticos. Contiene también paradojas, ya que un 70% reclama medidas drásticas para limitar la automatización de procesos. En paralelo, se difunde la existencia de un proyecto europeo que intenta crear una máquina idéntica al cerebro humano.

Vale la pena detenerse en dicho estudio, dada la encrucijada que vive la Unión Europea. El Brexit se ha convertido en un laberinto que, según advierten voces, distrae la atención que exigiría el cinturón explosivo en construcción a su alrededor. Según Andrea Rizzi, se observan "conflictos en el Sahel y Libia, la revolución argelina, el golpe de Sudán, el malestar en los Balcanes y un complicado trance político en Ucrania". A ello hay que sumar la sospecha de que las votaciones que tendrán lugar a fines de mayo, luego de asistir a la contienda entre liberales e iliberales, podrían constatar el avance de la derecha radical y del euroescepticismo, algo de lo que las últimas elecciones finlandesas acaban de dar cuenta.

Por lo pronto, algunos políticos han decidido seguir la senda de cíber escepticismo desarrollada por Evgeny Morozov (The Net Delusion) o Yuval Noah Harari (Sapiens). La estrella ascendente del ala más izquierdista del Partido Demócrata en Estados Unidos, Alexandria Ocasio-Cortez, y el prometedor co-líder de los Verdes alemanes, Robert Habeck, cada uno a su manera, son indicadores de una tendencia: la del abandono de las redes sociales.

Lo anterior lleva a preguntarnos por cómo los políticos encaran la transformación digital. En Chile, espacios para su tratamiento como el Congreso del Futuro han logrado institucionalizarse como producto del tesón de un senador tan controversial como visionario. Otros observan, sin mayor sentido de urgencia, el impacto de la anunciada destrucción de empleos en el mercado laboral (MacKinsey estimaba para nuestro país un reemplazo de trabajadores por máquinas del orden del 50%). Sin embargo, cabe interrogarse si sospechan que ese mismo fenómeno podría terminar por alcanzarlos a ellos. Anders Sandberg ha apuntado a que los trabajos que sobrevivirán serán "lo más difíciles de explicar". De la desconfianza ciudadana hacia la política, quizás podría inferirse que difícilmente califica como tal.

Por lo pronto, al tiempo que van emergiendo movimientos, desde los antirobotización hasta los que reclaman derechos para los robots, aumenta el número de personas que no considera imprescindible vivir bajo un régimen democrático. ¿Alcanzará ese mismo régimen a generar las reservas que le permitan sobrevivir a todo esto?

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