Preguntas muy personales

FOTO: LEONARDO RUBILAR CHANDIA/AGENCIAUNO


¿Ud. entregaría la totalidad de sus ahorros para la vejez a la Cámara de Diputados para que se los administre? Posiblemente dirá que no. Sin embargo, lo hizo. Una población con desconfianza feroz en los parlamentarios, decidió entregar a ellos la administración de sus ahorros familiares y de su vejez. Le dijeron, gasta no más, para eso hay. ¿Y después, qué hago? No te preocupes, entrégate, gózala, yo me haré cargo mañana también.

Lograron convencer a cambio de nada. Nada salió de ellos. Solo empujaron a meterse la mano en el propio bolsillo. A algunos ayudó pasajeramente ante el drama de la pandemia; o sea, se ayudaron a sí mismos. Pero si miro los efectos en el comercio, el impacto mayor no fue en consumos de sobrevivencia sino en venta de tablets, computadores, plasmas y autos. ¡Todos felices y forrados!

La primera sorpresa será de los jubilados, cuando les llegue el recálculo anual de su pensión. Descubrirán que si era mala, empeoró o incluso desapareció. Indujeron a gastar en unos pocos días de 2020, todo o parte de lo que tenían para la vejez.

Lograron el sueño del demagogo. Que la pobreza haga a la gente desconfiar de sí misma, de su capacidad y libertad para construirse un futuro; y deposite todas sus esperanzas en el poder público, del que pasa así a depender.

Sacaron del sombrero otra promesa. ¡No te preocupes, vamos a legislar para darte una gran pensión que reemplace la miseria actual! ¡Entrega tu vejez a nuestra administración! Fantasean con impuestos y fórmulas que financiarían de sobra sus promesas. Se los puedo apostar; descubrirán tarde que son inviables.

Solo recuperar lo que repartieron requiere, digamos, unos 30.000 millones de dólares. Pero si quieren pensiones mejores, se necesitaría mucho más. Agreguemos que esos mismos parlamentarios claman por más plata para educación, salud, urbanismo, carreteras, cultura, ministerios, municipios, etc. El problema es que solo una reactivación puede proveerla; y esos miles de millones que se farrearon, eran parte significativa del ahorro para financiarla; el Estado se endeudó y empobreció; y todo empresario recibe el mensaje de que más vale no invertir en Chile. Cuando salgan a buscar financiamiento para el festín, no lo encontrarán. Cayó la actividad, otros quebraron o huyeron. Solo aparecerán compradores a precio de huevo de activos depreciados ya existentes.

Lo pagaremos todos. Sobre todo esos jóvenes que en el futuro tengan un empleo formal y entonces coticen; ya no para ellos mismos, sino para esos viejos, que entregaron a la administración de diputados sus ahorros. Esos jóvenes  deberán financiar la juerga y a sus “tatas”. ¿Cuándo volveremos a una izquierda y una derecha consecuentes?

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