Prensa y terrorismo



Por Juan Ignacio Brito, periodista

El asalto al móvil de prensa de TVN en Arauco y la acusación del periodista Iván Núñez de que su comitiva fue víctima de un ataque terrorista ofrecen una posibilidad a los medios para evaluar la cobertura que hacen del conflicto mapuche. El tratamiento del terrorismo no es un asunto que haya sido estudiado solo desde las perspectivas jurídica y de seguridad. También el periodismo ha debatido por largo tiempo acerca de la mejor manera de informar acerca de actos, movimientos y liderazgos terroristas.

Durante años se ha discutido si las técnicas de lucha armada que utilizan diversos grupos en la Macrozona Sur deben ser caracterizadas como terroristas. Dados los objetivos y modalidades de los cada vez más frecuentes ataques, debería haber pocas dudas acerca de la naturaleza terrorista de la violencia en las regiones que la comprenden. En el último tiempo se oye que la violencia en la zona está vinculada al narcotráfico, el abigeato y el robo de madera. Es una narrativa conveniente, pero muy incompleta, que tiende a exculpar a la causa indígena como fuente del conflicto. Equivale a vendarse los ojos ante la realidad: lo que buscan primordialmente los weichafe mapuches es control territorial y autonomía política.

Como queda claro con el caso de Iván Núñez, son las víctimas las que denuncian la existencia del terrorismo. Esto es muy decidor, pues son ellas las que padecen en carne propia la inseguridad y el miedo.

El tozudo negacionismo de distintos sectores, partidos, autoridades y personalidades no debería ser causa de confusión para el periodismo. Éste posee reglas, usos y rutinas y se encuentra en condiciones de identificar un fenómeno cuando lo ve, sin tener que esperar una sanción oficial que tarda en arribar.

Al tratar con terroristas, los periodistas necesitan tomar resguardos. En primer lugar, para proteger su integridad, pues el riesgo es elevado. A menudo, cubrir el terrorismo conduce a reportear en territorios donde rige la ley del más fuerte y en los que el Estado tiene, a lo sumo, una influencia precaria.

También es prudente tomar precauciones editoriales. Para amedrentar a la población y acercarse al cumplimiento de su objetivo político, los terroristas realizan actos violentos y espectaculares que les dan publicidad. Los medios tienen que estar alertas, porque de lo contrario pueden ser manipulados. ¿Qué deben hacer? Explicar y poner en contexto; evitar las tentaciones que ofrece la cobertura de hechos emotivos; contrastar el discurso terrorista con la realidad; distinguir entre fines legítimos y prácticas reprobables; no romantizar la violencia y desincentivar su contagio. El periodismo existe para llevar la información al público, pero ello no implica que deba servir como caja de resonancia a la retórica y la praxis terroristas.

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