Preocupación ante masiva fuga de capitales

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Los más de US$ 50 mil millones que han abandonado el país en el último tiempo son un reflejo más de la pérdida de confianza en el futuro de la economía, por lo que es indispensable dar las señales correctas que permitan revertir este proceso.



El historial de decisiones de políticas públicas de la última década ha tenido efectos significativos en la caída progresiva de las tasas de crecimiento de la economía chilena, fenómeno que en los dos últimos años ha tendido a amplificarse. Señal de esto último ha sido la manifiesta salida de capitales desde el país, tal como lo reporta el Banco Central. Según la entidad, en los últimos 24 meses, hasta agosto, habían emigrado unos US$50 mil millones, con especial énfasis desde comienzos de este año. Esta fuga sería la más alta en una década.

La inestabilidad política y económica es la principal razón por la que empresas y hogares han preferido desinvertir en Chile. El estallido social, que provocó episodios graves de desórdenes públicos derivó en una salida institucional gracias a un amplio acuerdo político, que conllevó la apertura de un proceso para la elaboración de un nuevo texto constitucional. Puesto que en dicho proceso se están discutiendo pilares esenciales sobre el marco jurídico, económico y político -todo lo cual repercute directamente sobre la rentabilidad esperada de las inversiones-, es esperable que exista una dosis de incertidumbre en los agentes económicos en tanto no se despeje el rumbo que tomará el país.

A lo anterior, se suma, además, que en el último tiempo algunas candidaturas presidenciales han impulsado propuestas que pueden tener serios efectos en el patrimonio de empresas y familias. Aumento de impuestos -en algunos casos encubierto-, negociación ramal, encarecimiento del despido, un rol activo del Estado en sectores regulados y promesas que presionarán fuertemente el tamaño del Estado, han inevitablemente despertado temores sobre la solvencia fiscal y la capacidad que tendrá la economía para retomar tasas robustas de crecimiento.

Los países que han instalado un clima antiempresarial, recelando de la iniciativa privada, han pagado altos costos, y en tanto no se restablezcan certezas que permitan alejar estos temores, es previsible que la falta de inversión, así como la salida de capitales, continuará. Es llamativo que estos fenómenos ocurran mientras en paralelo se observa una economía que muestra altas cifras de crecimiento y fuerte aumento a nivel de ingresos de los hogares, pero que en buena medida descansa en las cuantiosas ayudas sociales y retiros de fondos de pensiones. Lo que aparenta ser una contradicción en realidad es plenamente compatible con el hecho de que se ha asentado un sentimiento de desconfianza sobre el futuro de la economía.

Las decisiones de inversión no son estáticas. Se hacen contrastando realidades de distintas economías, muchas de las cuales hacen esfuerzos conscientes por atraer capitales de lugares que los ahuyentan. Chile es una economía pequeña, alejada de los grandes centros de consumo y en un entorno regional complejo. Para ser elegible como destino de las inversiones fue necesario establecer reglas claras, un entorno macroeconómico sano, respeto por la propiedad privada y un gasto fiscal acotado que permitiera el desarrollo privado. La agenda de cambios sociales que demanda el país no debe ser incompatible con preservar estos principios.

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