Preocupante retroceso de la economía en octubre

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La brusca caída de la actividad podría ser indicio de que la economía está más deteriorada de lo que se había pensado inicialmente.



Los datos mensuales van configurando una tendencia que ayuda a determinar hacia dónde se dirige la economía chilena. Ciertamente, la lectura de la actividad de un mes no contiene toda la información para llegar a conclusiones definitivas sobre el rumbo que muestra la recuperación económica. Sin embargo, el resultado de octubre decepcionó al mercado e introdujo dudas razonables sobre la robustez de una eventual reactivación.

Octubre fue el segundo mes en que el Imacec tuvo una caída menor a dos dígitos. También marcó la menor caída desde que comenzó la pandemia. Sin embargo, la mayoría de los analistas esperaba un crecimiento para el décimo mes del año no solo porque el proceso de desconfinamiento ha ido avanzando paulatinamente, sino porque octubre del año pasado era una base poco exigente de comparación -a raíz del estallido social- y, de hecho, era el nivel más bajo del año 2019 en la serie desestacionalizada. El principal sector afectado, según el nuevo registro del Banco Central, fue el de servicios, que en forma agregada registró una caída interanual de 4,9%. En contraste, en octubre el comercio tuvo un alza de 17% en doce meses, que no alcanzó para arrastrar al resto de la economía al terreno positivo.

El retroceso interanual de 1,2% es, entonces, una señal de preocupación. Pero lo es más el hecho de que por primera vez en seis meses el Imacec muestra una variación mensual negativa -usando la serie desestacionalizada- que, de confirmar una tendencia, revelaría que el daño en la economía es más profundo de lo que se había pensado y que su reversión requerirá de una estrategia más agresiva.

El shock para la demanda interna que han significado los bonos gubernamentales y el retiro del 10% de la AFP han apuntalado con mucha fuerza al consumo, pero sus efectos expansivos en la actividad agregada han sido acotados y son, por definición, temporales. Las señales que buscan apuntalar la inversión han sido escasas y más que contrarrestadas con una agenda regulatoria que, en muchos casos, ha tenido un énfasis expropiatorio. Las negativas cifras de inversión conocidas recientemente para el tercer trimestre sugieren que el remedio que está aplicándosele puede no ser suficiente.

Las mejores señales de la economía internacional del último tiempo -que tienen al precio del cobre en su mejor nivel en casi ocho años- pueden ser insuficientes para recuperar la inversión a un nivel tal que permita el repunte del empleo a niveles precrisis. Es imprescindible que la discusión regulatoria sopese bien la delicada situación en la que se encuentran muchas empresas afectadas por el estallido social y luego por la pandemia. Enfocar todas las medidas en aliviar temporalmente la situación de las familias soslayando la necesidad de que el sector privado invierta y genere empleos -que son los que en definitiva crean ingresos permanentes para las familias y contribuyen a la recaudación fiscal-, puede terminar sacrificando la capacidad de crecimiento en el futuro.

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