Primarias sin la DC: se decanta el escenario en la centroizquierda

El mejor perfilamiento ideológico al que aspiran sectores de la izquierda progresista podría permitirle alejarse de visiones más populistas o radicales. Sería sano que este proceso de definiciones sea seguido por el resto de las fuerzas políticas.



El planteamiento que ha hecho el senador Guido Girardi, en orden a que todas las fuerzas progresistas deben ir a una primaria presidencial, pero esta vez sin la Democracia Cristiana (DC), tampoco el Partido Comunista, desde luego no ha pasado inadvertido, por las implicancias que ello supone para la conformación de alianzas electorales o eventuales pactos de gobierno. La exhortación del parlamentario no parece ser en todo caso un llamado al vacío, pues según han adelantado prominentes figuras del partido, se espera que en el consejo general que hoy debería llevar a cabo la colectividad dicho planteamiento sea ratificado como voto político.

No debe sorprender que los llamados de Girardi y otros hayan causado profundo malestar en círculos de la DC, pues no solo supone desconocer los estrechos vínculos que compartieron durante los 24 años que fueron gobierno, primero bajo la Concertación y luego con la Nueva Mayoría, sino porque además a primera vista parece incongruente con la idea de aunar fuerzas de toda la centroizquierda para asegurar un robusto triunfo electoral en las elecciones de noviembre. La sorpresa es todavía mayor cuando hay facciones al interior de la DC cuyo ideario político resulta a estas alturas similar -cuando no indistinguible- de las fuerzas más progresistas.

Detrás del planteamiento que ha formulado Girardi subyace la noción de que el progresismo democrático ha ido perdiendo terreno frente a las fuerzas más extremas de la izquierda, desdibujando su identidad y por esa vía transitando hacia la irrelevancia. El diagnóstico no parece tan alejado de la realidad, considerando que las cartas presidenciales del Partido Comunista y del Partido Humanista son las que van liderando las preferencias de la izquierda, mientras que las figuras de la DC, el PS, PPD y el PR aún no logran despegar.

Es en ese contexto donde hace sentido que la izquierda progresista busque rearticularse como bloque, defina sus límites ideológicos y sea capaz de encarnar propuestas que, recogiendo el ideario propio de una socialdemocracia, a su vez sea capaz de hacer planteamientos que se hagan cargo de los complejos desafíos que depara el futuro, sin renunciar a la importancia de sostener el crecimiento económico y permitir la fluidez de los mercados.

La tarea de lograr estas definiciones y marcar distancia de aquella izquierda más extrema se avizora compleja, debido a la multiplicidad de visiones que hoy conviven dentro del progresismo. Pero no cabe duda de que constituiría un paso valioso para el país que grupos que hoy están atomizados y al vaivén de corrientes populistas sumamente dañinas, pudieran confluir en un bloque que sea capaz de ejercer como contrapeso a las visiones más extremas que cruzan a la izquierda, y ofrecer mayores grados de gobernabilidad ante la eventualidad de que logren acceder al poder.

Es evidente que un escenario de una izquierda sin la DC abre una serie de interrogantes, pero es posible que esta redefinición que impulsa un sector de la izquierda fuerce al resto de los sectores políticos a iniciar sus propios procesos de perfilamiento, estableciendo alianzas con quienes tengan mayor afinidad programática. Ello desde luego facilita la creación de grandes bloques, lo que favorece mayores grados de estabilidad.

Naturalmente que el escenario que ahora enfrenta la DC resulta complejo, pero haría bien en embarcarse en su propio perfilamiento. Si bien el partido obtuvo triunfos electorales interesantes en las recientes primarias municipales y de gobernadores, mostrando mejores resultados que candidatos de la izquierda más extrema, ello ya no parece suficiente para asegurar que la colectividad siga siendo un actor relevante en la arena política. El hecho de estar permanentemente oscilando entre posturas progresistas y conservadoras ya le está significado pagar fuertes costos, por lo que parece necesario que la colectividad defina con más claridad en qué lugar del espectro político quiere ubicarse.

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