Primera cuenta pública

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El ministro de Justicia, Hernán Larraín, y el Presidente Sebastián Piñera, en una actividad en marzo.


La primera cuenta pública tiene la particularidad de que no hay mucho que contar. Su objetivo suele ser, entonces, fijar la agenda de los próximos años y con ésta el sello del gobierno. Con mayor razón lo será en esta ocasión dado que, hasta ahora, al gobierno le ha costado encontrar un hilo conductor que permita visualizar el sentido más trascendente y singular de su gestión.

Para la derecha definir esa agenda y ese sello presenta algunas dificultades conceptuales. Bajo el neoliberalismo se gobierna contra el Estado y se expande el mercado hacia ámbitos de servicios básicos y derechos sociales. No fue una casualidad ni algo meramente anecdótico que tanto el Presidente como el ministro de Salud salieran a explicar que las anunciadas rebajas de los programas de salud de las mujeres en las Isapres irían a la par de la subida de los programas de los hombres. Luego se matizó esta afirmación, pero en su sentido más profundo esta medida está en total correspondencia con el sentido común de la derecha: ampliación de derechos sociales, pero no fuera del mercado ni afectando la ganancia privada.

Las fuerzas políticas que sustentan al gobierno lo han llamado a enfatizar una agenda social el próximo 1 de junio. Por su parte, éste se ha embarcado en una agenda de género con la que tiene la ilusión de liderar la "ola feminista". A poco andar, sin embargo, se puede encontrar con que estas agendas requieren de más gasto fiscal o bien involucran aspectos valóricos históricamente resistidos por su base de apoyo. Así, la agenda social y de género podrían transformarse en una retórica sin fundamento -por ejemplo, el anuncio de sala cuna universal fue seguido de una declaración que reconocía que no estaba claro cómo financiarla-. Se corre el riesgo de traer de vuelta el fantasma de la "letra chica", lo que fue devastador para la credibilidad y confianza ciudadana en la anterior administración de Piñera.

Es por ello que algunos analistas afines al gobierno han llamado al Presidente a olvidarse o bien a no generar demasiadas expectativas en torno a una agenda social y de género, pues éstas no se podrían sustentar de manera creíble en el tiempo o sostenerlas podría significar hacer importantes concesiones ideológicas a la izquierda. Mejor volver -dicen- a los clásicos temas de la derecha: crecimiento económico, empleo, seguridad y orden público. Dicha agenda podrá parecer, en este momento, menos glamorosa, pero constituiría un piso más conocido y seguro.

Volver a una agenda más acotada y tradicional de derecha o bien internarse sin "letra chica" en las demandas sociales y de género actuales es una disyuntiva política relevante, teniendo presente que esta última opción implica más gasto público y menos conservadurismo moral; más, y no menos, Estado. De estas opciones, que aún se debaten en el Ejecutivo, comenzaremos a saber este próximo 1 de junio.

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