Primeras grietas

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Foto: La Tercera/Archivo


En las dos últimas semanas el gobierno ha perdido la iniciativa. Esto puede ser circunstancial, pero lo cierto es que algunos de los acontecimientos recientes dan cuenta de indefiniciones estructurales de la actual administración, por lo que pueden incidir durante todo su período. Por su parte, la longeva y seria encuesta CERC-MORI dio un 44% de aprobación al actual gobierno (y un 38% de rechazo). Debe ser el apoyo más bajo y la desaprobación más alta de un gobierno antes de cumplir su segundo mes de mandato.

Hasta ahora el gobierno ha transitado por un rumbo más reactivo que estratégico: se ha dedicado a desarmar políticas de la anterior administración. Lo que parecían apuestas de fondo, como la llegada del expresidente de la CPC Alfredo Moreno al Ministerio de Desarrollo Social, hasta ahora no muestran resultados visibles; la reafirmación e incluso la expansión de políticas como la gratuidad en educación parecen más derrotas culturales de la derecha que políticas que puedan ser exhibidas como éxitos propios.

Tres son los focos de tensiones que ha enfrentado el gobierno en estas semanas: el viejo nudo entre liberales y conservadores expresado en cómo cerrar la ley de identidad de género y en la implementación de la ley de aborto en tres causales; el fantasma del viejo pinochetismo expresado en las declaraciones del diputado Urrutia y en otras manifestaciones de ese vínculo nunca bien resuelto de la actual derecha con la dictadura militar; y el autogolpe infligido al discurso de la meritocracia expresado en el nombramiento del hermano del Presidente como embajador que, aunque finalmente no se concretó, generó un evidente desgaste, poniendo en evidencia un problema mucho más amplio dentro de los nombramientos del gobierno.

Se trata de tres grietas que pueden ir creciendo pues son el resultado de problemas no resueltos o mal resueltos en la derecha. La constante presión de los conservadores sobre el gobierno puede terminar distanciándolo de un sentido común ciudadano que se ha vuelto más liberal. A su vez, la aparición de discursos populistas autoritarios cada vez más desenfadados y agresivos (una suerte de "pinochetismo cultural") pueden ser otra fuente de desgaste, en la medida en que el gobierno no tome distancia de ellos, lo que hasta ahora no ha hecho. Por último, en una sociedad particularmente sensible al abuso y a los privilegios, los comportamientos oligárquicos arraigados en la derecha -de los cuales son parte, sin ser los únicos, el nepotismo y el amiguismo-, pueden terminar por acentuar el abismo actual entre ciudadanos y elite.

El gobierno ha enfrentado dos malas semanas. Puede recuperarse, sin duda, pero estos errores y desaciertos tienen en su base problemas estructurales no resueltos programáticamente por la derecha y podrían constituirse en grietas permanentes que acompañen al gobierno a lo largo de su mandato.

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