Primeras señales del ministro Varela: desacople entre el discurso y las acciones

El ministro de Educación, Gerardo Varela. Foto: Agenciauno


Ninguna gran novedad en términos educacionales ha dado el Ministro Varela. Temas como el envío del proyecto del CAE y la revisión de los dos últimos proyectos de ley enviados por el ejecutivo en el gobierno de Michelle Bachelet, de la mano de la misión de implementar de manera óptima, o no, las leyes aprobadas por la ex presidenta marcan la agenda del primer mes de gobierno. A esto sumamos enfrentamientos por declaraciones políticas que sin lugar a dudas quitan el foco de lo que las chilenas y chilenos vienen pidiendo hace tiempo: buena educación.

En algún momento se habló de "los niños primero", por la relevancia que toma una educación de calidad en los primeros estadios de desarrollo humano y las consecuencias a futuro en los estudiantes y eventuales profesionales o técnicos. Si bien existen una serie de estudios que avalan lo anterior, no es menos cierto que por mucho que pongan a los niños de menor edad primeros en la fila, el aprendizaje, y así lo señalan las últimas tendencias de instituciones como OCDE, UNESCO y el Banco Mundial, se desarrolla a lo largo de toda la vida.

Más allá de esta promesa de campaña que aún no toma ninguna materialización concreta, el paquete de medidas para "revolucionar la sala de clases"  o para "generar una educación que promueva las habilidades del siglo XXI" no ha arribado y hay razones de sobra para dudar su llegada.

Las razones radican en la creencia absoluta de parte de este gobierno en las pruebas estandarizadas, las cuales inevitablemente guían a la plana directiva de los establecimientos y a los docentes a trabajar en pos de éstas, pues son evaluados en razón de aquello. La categorización de establecimientos insuficientes sigue estando determinada por lo anterior. La Agencia de la Calidad sigue funcionando sobre la lógica de estas pruebas. La superintendencia sobre burocratiza el trabajo de los directores. El mineduc no genera programas de Desarrollo Pedagógico Innovadores, lo mismo que el Centro de Perfeccionamiento Experimentación e Investigación Pedagógicas Docente.

Lo anterior tiene una razón fundamental, la corriente filosófica educacional a la que adscribe este gobierno entiende que el aprendizaje y su nivel puede ser medido, pero no toma en cuenta que siempre cuando alguien mide algo está dejando variables de lado. Esto puede parecer razonable para otro tipo de mediciones, pero no para el aprendizaje. Específicamente, a la base de esta creencia absolutamente ideológica, está el paradigma epistemológico del cognitivismo, el cual señala que el cerebro es el principal órgano mediante el cual aprendemos, el decodificador máximo por excelencia. Desde la segunda Guerra Mundial, este paradigma tomó más fuerza de la mano del conductismo.  En términos muy simples, el cognitivismo entiende que el cerebro es un computador que codifica y decodifica símbolos, de ahí también el auge del psicoanálisis y la percepción de que los problemas mentales deben solucionarse entendiendo la asociación de símbolos.

Pero pocos saben que este paradigma es bastante cuestionado. En oposición encontramos el conexionismo, el cual postula que se aprende no solo con el cerebro y no mediante símbolos, sino con todo el sistema nervioso y aún más, con estados de consciencia que se promueven a través de prácticas como la meditación, la contemplación, el autoconocimiento emocional y  una serie de otros elementos que hacen a los individuos aprender de una manera holística. Leer de Cuerpo Presente de Francisco Varela.

Es esta última corriente epistemológica la que abre paso a una revolución educacional real. En la medida en que entendemos que el aprendizaje no pasa solo por el cerebro, primero entendemos que la calidad de los aprendizajes no estarán únicamente en lo que el cerebro puede decodificar y con qué rapidez.

Pero aún así, si asumimos y de verdad confiamos en que el cerebro es el decodificador de símbolos por excelencia, cabría preguntarse ¿hay alguna prueba estandarizada, una nota, o una evaluación sumativa que efectivamente permita medir todos los procesos cognitivos del cerebro? Las pruebas estandarizadas son tautológicas, ya que miden lo que quieren medir, y su output está en razón de aquello. El problema es que esta es una visión muy reduccionista e ingenua respecto de la pregunta de cómo aprenden los seres humanos.

Lo anterior se condice con el concepto Calidad en la educación. El concepto calidad, es un concepto que se aplica a bienes y servicios en razón de un check list. La educación es lo que las comunidades educativas (directores, apoderados, profesores, estudiantes, y otros) definen como elementos fundamentales para el desarrollo de dicha comunidad. No hay un check list. Y es extraño que este gobierno que tanto defendió la autonomía en el marco de la ley de inclusión, apoye una sola modalidad de evaluar el aprendizaje, evitando que sean las propias comunidades las que decidan lo anterior. Leer sobre educación Waldorf.

El conexionismo puede no ser conocido públicamente como corriente epistemológica, pero no es casual que de un tiempo a esta parte,  el Banco Mundial, Unesco y otros organismos internacionales estén hablando, en serio, de las habilidades para el siglo XXI. Y adivinen qué, una de las mayores habilidades es la capacidad de resiliencia y adaptación a contextos adversos. El siglo XXI es vertiginoso y exige la capacidad de reinventarse ¿Cuántos profesionales brillantes terminan con depresión o frustrados enormemente porque no están encontrando trabajo o en trabajos que no los estimulan? ¿Y cuántos de estos han sabido reinventarse y han visto la falta de trabajo como una oportunidad para generar sus propios proyectos? Esta medición es una medición emocional fundamental que actualmente no es prioridad en ningún establecimiento; mientras que en las grandes empresas, toda la planilla de altos gerentes son capacitados permanentemente por coachs o psicológos organizacionales que los ayudan a suplir estas falencias para aumentar su productividad generando mejores liderazgos y el trabajo en equipo.

Para finalizar esta columna, me parece sensato señalar que el gobierno está en su derecho de mantener la postura cognitivista asociada a la teoría del capital humano, en donde se educa para tener profesionales y técnicos de alto rendimiento que efectivamente puedan insertarse en el mundo laboral. El gran problema es que a la fecha no vemos propuestas concretas. Solo por poner algunos ejemplos, un compromiso real con esta postura implicaría generar una trayectoria desde los niveles de transición hacia la educación media que permitan a los estudiantes adquirir herramientas de resolución de problemas y no contenidos. Los empresarios lo saben, y por eso no contratan egresados sin experiencia laboral, porque éstos muchas veces pueden ser brillantes, pero frente a contextos en los que se les solicita innovar no son capaces.

Por otro lado, si efectivamente el gobierno quiere acoplar el modelo educativo con la matriz productiva, debe hacerse cargo de alinear y acercar la industria a estas instituciones, ya sea mediante el traspaso de conocimiento, o el financiamiento para la investigación y la  innovación, entre otros. Pero pasar del discurso a la acción. Lo anterior, entendería, debiese hacerlo, en lo inmediato, mediante la Estrategia Nacional de Educación Técnico Profesional contemplada en la Ley de Educación Superior, pero este debate no ha tomado fuerza. Es de esperar que en el marco del eventual proyecto de ley de gratuidad para gran parte de la educación técnico profesional (sí efectivamente se cumple con dicha promesa) se discuta sobre la urgencia de un marco de cualificaciones, un aporte basal a las instituciones de este tipo, y una serie de medidas que hagan carne los discursos de campaña.

Lo que se pide es coherencia y compromiso. Si el discurso es generar una educación para que el país crezca y todos tengan más oportunidades, esto requiere de un esfuerzo de analizar la economía y la sinergia con el sector educativo. El gran problema es que para tener un plan de educación técnico profesional, o un plan de educación superior universitaria, o un plan para la educación escolar pública y subvencionada (desde el paradigma cognitivista y de capital humano), primero se debe abordar y planificar la economía con planes de desarrollo productivo a cinco, 10 y 15 años plazo. De otra forma, el desacople entre la formación de los estudiantes y el mercado al que salen seguirá siendo el mismo. El problema de la educación, bajo la teoría del capital humano, requiere de planificar primero el problema de desarrollo productivo. Como dato, el Banco Mundial estima que en América Latina, para el 2030, todos los trabajos técnicos de baja preparación serán reemplazados por máquinas. El problema es gigantesco, y está a la vuelta de la esquina.

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