Propuesta de impuesto global a las empresas

Fórmulas como la que promueve la Reserva Federal de EE.UU. pueden inducir a creer que las alzas de impuestos son inocuas, sin atender a los efectos sobre la inversión.



Estados Unidos está poniendo en marcha gasto fiscal por 1,9 billones de dólares (1,9 millones de millones de dólares), casi 10% de su PIB. Como esto se suma a una deuda pública en torno al 100% del PIB, se están definiendo medidas tributarias para evitar un grave desajuste fiscal. La propuesta de la Secretaria del Tesoro Janet Yellen considera, entre otros ajustes, elevar la tasa de impuestos a las empresas desde el 21% hasta el 28% de las utilidades.

Pero Yellen anticipa que si solo Estados Unidos eleva la carga tributaria de las empresas la inversión disminuiría en Estados Unidos en beneficio del resto del mundo. Por eso está promoviendo que todos los países apliquen una cierta tasa de impuesto a las empresas. La noción es muy simple: si todos los países suben estos impuestos en una proporción similar, la parte de la inversión global que ocurre en cada uno de ellos no se ve alterada; y como la inversión total en el mundo no cambiaría mayormente, pues seguiría siendo igual al ahorro del mundo que no se alteraría en forma significativa por estos ajustes tributarios, Estados Unidos y los restantes países, gracias a esta acción coordinada, podrían tener la mayor recaudación por impuesto a las empresas y la misma inversión y crecimiento que si no hubiesen subido el impuesto.

Chile también está viendo crecer su deuda pública y ya se está iniciando la discusión sobre nuevos impuestos. El temor de Yanet Yellen, de que su país pierda inversión si sube los impuestos, es aún más relevante en nuestro caso. Estados Unidos es tan grande que el desvío de inversiones hacia el exterior, ante mayores impuestos, hace caer la rentabilidad de la inversión en el resto del mundo, lo que frena el proceso. En Chile, con una economía que es solo el 1,5% de la de Estados Unidos, un desvío masivo de inversiones hacia el exterior ante un alza de impuestos no afectaría en forma distinguible la rentabilidad de la inversión en el resto del mundo, por lo que el proceso no tendría freno. Las consecuencias de un alza unilateral del impuesto a las empresas que anticipa Yellen para Estados Unidos son entonces incomparablemente más graves en el caso de Chile.

¿Qué tanto más graves? La noción establecida en esta materia es que en una economía pequeña como la nuestra el efecto de un mayor impuesto a la renta de las empresas es reducir el stock de capital hasta un nuevo equilibrio en el que los salarios son más bajos. El capital, en cambio, dentro o fuera del país sigue obteniendo el retorno después de impuestos deseado. El Premio Nobel Mirrlees ha ilustrado las magnitudes involucradas en este ajuste diciendo que los trabajadores deberían preferir pagar ellos los impuestos para financiar el fisco, permitiendo así que el stock de capital sea mayor y sostenga los salarios más elevados que más que compensan el impuesto.

A menos que Chile pudiese inducir al mundo a subir conjuntamente los impuestos al capital, va a sufrir el efecto “Yellen” si los aumenta. El aporte del análisis de los impuestos al capital en una economía pequeña debería estar en el centro de nuestras futuras discusiones para evitar que el peso de la deuda que habremos de servir afecte más que lo estrictamente necesario a los trabajadores.

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