Protestas contra el régimen cubano

Las masivas manifestaciones de los últimos días en Cuba no solo muestran un agotamiento de la población contra el régimen, sino que también dan cuenta de un cambio de escenario en la isla.



“La crudeza del momento nos exige establecer prioridades bien claras y definidas para no regresar a los difíciles momentos del Periodo Especial”, había dicho el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel en 2019, el mismo año en que asumió como el nuevo gobernante cubano y uno después de que sucediera a Raúl Castro como presidente del Consejo de Estado. Sin embargo, pese a sus advertencias, el domingo pasado la isla pareció regresar de golpe a ese periodo, durante el cual se habían registrado las mayores protestas contra el régimen, hasta ahora.

El llamado “Maleconazo” de 1994 quedó corto frente a lo sucedido en estos últimos días en el país. Las masivas manifestaciones contra el régimen al grito de “¡Libertad!” y “¡Patria y Vida!” -en evidente contraposición al “Patria o Muerte” acuñado tras el triunfo de la Revolución hace más de 60 años- no solo se concentraron en La Habana, como entonces, sino que se extendieron por una veintena de localidades a lo largo y ancho del país. Y los llamados de “¡Abajo la dictadura!” se difundieron aceleradamente a través de redes sociales, al contrario de hace 27 años.

La respuesta inicial de Miguel Díaz-Canel fue repetir el tradicional discurso del régimen, acusando a Estados Unidos de la actual situación cubana, a causa del embargo y de las medidas adoptadas durante el pasado gobierno de Donald Trump, y que su sucesor no ha revertido. Pero paralelamente llamó a sus partidarios a salir “a las calles” para enfrentar lo que calificó de “provocaciones” y ordenó una severa represión, que al menos durante las primeras horas pudo ser registrada en videos por algunos de los manifestantes.

Pero al margen del efecto que tengan algunas de las medidas de Estados Unidos, detrás de lo sucedido hay principalmente razones internas. A la falta de libertades, se suma un régimen que ha sido incapaz de responder a la crítica situación que vive la isla. La crisis venezolana privó al país de un sostén clave de su economía, como ya había pasado en los 90 tras la desaparición de la Unión Soviética. Pero, además, los devastadores efectos de la pandemia sobre el turismo ahondaron las falencias del sistema y dejaron a Cuba sin uno de los principales pilares de su economía.

Para una nación donde el ingreso de divisas -a través de la llegada de visitantes extranjeros o del envío de remesas- era clave para su funcionamiento, el cierre de fronteras causado por la crisis sanitaria representó un duro golpe, que derivó en una severa falta de liquidez. Ello sumado al explosivo aumento de casos de Covid 19 -que se duplicaron en una semana- y al creciente desabastecimiento de productos básicos e insumos médicos acrecentó el descontento de la ciudadanía. El inicio de las restricciones eléctricas fue solo la gota que rebasó el vaso.

Es difícil prever hoy los alcances que tendrán las manifestaciones. El régimen respondió con una ola de detenciones y duras medidas represivas, denunciadas por varios organismos internacionales de derechos humanos. Sin embargo, es un hecho que la situación actual es muy distinta a la de 1994. Sin Fidel Castro ni su hermano Raúl en el poder, y con un flujo de información que no existía hace tres décadas a causa de las redes sociales, acallar el descontento de los cubanos y su reclamo por mayor libertad puede ser esta vez mucho más difícil.

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