Punto de quiebre



Por Juan Carvajal, periodista y ex director de la Secom

A un día de que se vote en el Senado el tercer retiro del 10% de los fondos de pensiones, y cuando todas las proyecciones apuntan a que su aprobación será ratificada en la Cámara Alta con el quórum que se requiere para legitimarlo, bien valen algunas reflexiones sobre el tema.

¿Es razonable que para salir al paso de tragedias como las que enfrenta Chile con la pandemia, se deba recurrir a los recursos de los propios trabajadores para sortear la difícil situación económica que azota a millones de chilenos?

Es evidente que corresponde al Estado asumir los costos de apoyos que, en situaciones como estas, son vitales para enfrentar y superar las consecuencias de estos embates. Sin embargo, esta es la tercera vez que observamos la misma dinámica. Un gobierno que se opone a esta medida por ser inconstitucional, un Ejecutivo cuyas “ayudas” no se corresponden con la dimensión del problema, que no tienen la universalidad que se requiere y cuyas postulaciones se llenan de requisitos y de la llamada “letra chica”, que solo llenan de impotencia a los postulantes y de indignación a quienes, luego de largas colas, aglomeraciones innecesarias y malos tratos, quedan fuera -la mayoría de las veces- por errores administrativos.

Al final del día, el verdadero tema es si el Tribunal Constitucional, con sus controversias actuales, votará de nuevo en contra del tercer retiro con el voto dirimente de quien fuera la jefa del segundo piso del primer gobierno del actual Mandatario, o si este último aparecerá de nuevo en la TV anunciando otro cambio de última hora, con la esperanza de desalentar votos oficialistas, para provocar una derrota del proyecto en su recta final.

¿Cómo entender que un gobierno, que tiene todo el poder que exhibe un sistema presidencial, esté a última hora buscando cambiar el destino de las cosas que está en sus manos resolver?

Uno aprende muy tempranamente en política que los conflictos sociales, políticos o económicos de un país tienen como principal responsable en su manejo y solución a los gobiernos y, por tanto, al Presidente en un país como Chile. No hay nada que explique el por qué Piñera termina siempre regateando hasta el último centavo, llamándole negociación a cualquier cosa que solo busca imponer su propia voluntad y pensando que los demás no se dan cuenta que tienen al frente a alguien para quien el no ceder es la herramienta y que luego, muy tarde, cuando ya no hay solución, termina entregando lo que debió ser el punto de partida.

En Chile hemos llegado a un punto de quiebre demasiado peligroso para cualquier país. Estamos esperando que las elecciones de mayo permitan dar continuidad a la salida institucional que se abrió con el Acuerdo del 15 de noviembre del 2019, luego con el plebiscito del 2020 y ahora con la elección constituyente. El primero que debe tener en cuenta la garantía de la paz social es el Presidente. Es lamentable que sea precisamente Piñera quien, en una desconexión inaceptable con la realidad que viven sus gobernados, ponga en riesgo el desarrollo tranquilo de este histórico y fundamental proceso.

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