Reestructuración de Carabineros

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El ex general director, Bruno Villalobos.


Ha sido un buen comienzo el del nuevo general director de Carabineros, desmarcándose claramente de la muy cuestionada gestión que le antecedió. Su afirmación de que Villalobos debería haber renunciado antes muestra toda su contundencia si se la compara con el "no hay motivo para pedirle la renuncia al general" del anterior ministro del Interior. También parecen correctas sus primeras medidas de renovar el alto mando institucional y, muy especialmente, de circunscribir la hipertrofiada labor de inteligencia.

Sin embargo, no parece probable que los cambios de fondo que urgentemente requiere Carabineros puedan venir desde el interior de la propia institución. Tampoco de comisiones integradas por personas que han sido responsables por la forma como se ha desarrollado el trabajo policial en el país. Se requiere, como es natural, de una mirada distinta y distante, que se cuestione realidades que hoy se ven como inconmovibles.

En el futuro, Carabineros debería concentrarse en prevenir la comisión de delitos y resguardar el orden público, traspasando a otras entidades muchas de sus amplias y variadas funciones, tales como el control del tránsito, que bien podría ser asumido por las municipalidades. Por iguales razones, se impone circunscribir su participación en la investigación de los delitos solo a aquellos casos en que la PDI no lo pueda hacer, con lo que de paso se evitarían los graves problemas que el caso Matute ejemplifica: policías disputándose el sitio del suceso y obstaculizándose entre sí.

En los aspectos institucionales, urge eliminar su carácter de cuerpo militarizado, principal dificultad para insertarse en la comunidad, y que reduce las posibilidades de control externo, lo que en buena medida explica sus problemas de corrupción. La mejor prueba de lo anacrónica que resulta su organización actual es que hayan tenido que presentar su renuncia 108 oficiales por la sola circunstancia de que fue ascendida a general una coronel con menor antigüedad que sus pares. ¿Por qué se puede necesitar esto en una institución policial moderna?

En otras áreas el gobierno está dando pruebas de querer aproximarse a los cambios que requieren el aparato estatal y las políticas públicas. Se está pensando en una modalidad distinta para el transporte público en la capital, que deja de lado el fracasado modelo del Transantiago. Otro tanto se está analizando sobre las concesiones hospitalarias, que ahora no incluirían su operación. Las funciones del Sename se piensa atribuirlas a dos instituciones diferenciadas. En fin, estos casos ejemplifican un cambio en la mirada, reconociendo errores de fondo en diseños que exigen transformaciones radicales. Lo paradojal es que fue una mirada de ese tipo lo que animó la reforma procesal penal en Chile, pero en su momento, pese a lo importante que era el trabajo policial para su éxito, no se lo tocó, por estimarse que no existía capital político suficiente para ello. Hoy sí parece haberlo.

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