Reformas, no refundación



SEÑOR DIRECTOR:

Cuesta entender la obstinación de algunos políticos con un nuevo proceso constituyente. Al parecer, comprenden la Constitución como un símbolo, privándola del carácter jurídico que constituye su verdadera naturaleza. Aducen que la crisis política (originada por ellos mismos) tiene un único remedio: reemplazar la Constitución vigente por una completamente nueva. No obstante, ocultan a la ciudadanía que existe, en realidad, otro camino mucho más eficiente: mejorar el sistema constitucional chileno mediante reformas en el Congreso Nacional, aprovechando la reducción del quórum para abordar los aspectos más sensibles del texto, desde los 2/3 (67%) a los actuales 4/7 (57%). La reciente aprobación del voto obligatorio es un claro ejemplo de que se puede modificar nuestro sistema constitucional en aspectos sustantivos sin acudir al recurso extremo de un nuevo proceso constituyente, con la incertidumbre y el elevado gasto público que trae aparejado.

Y si llegaron a un acuerdo para poner en marcha un proceso constituyente 2.0, ¿cómo no van a lograr un “gran acuerdo” para mejorar las pensiones, la educación o la salud? ¿Qué pasará cuando se debatan estos asuntos en una eventual convención 2.0? El problema no es el mecanismo: el problema, en realidad, son ellos.

Henry Boys Loeb

Profesor de Derecho Constitucional

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