Regalo troyano

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La sede del Tribunal Constitucional. Foto: Agenciauno


Como esos regalos indescifrables, en los próximos días el gobierno presentará el proyecto de nueva Constitución que ha venido cocinando desde hace tiempo. Entre tantos sueños que probablemente inunden el proyecto, conviene preguntarse a qué poner atención. Sugiero partir con dos materias.

La primera es revisar el catálogo de derechos. Si es verdad lo que se cuenta, quien habría tomado un cierto liderazgo en este punto es el ministro del Interior Mario Fernández. En vidas pasadas, el ministro fue un respetado constitucionalista que llevó sus reflexiones sobre el tema a un contundente libro. En él sostiene que el problema constitucional se origina en el déficit de protección de los derechos y por eso nuestro catálogo debiera extenderse permitiendo que éstos se hagan exigibles regularmente por vía judicial.

Suponer que el bienestar de las personas se soluciona con catálogos de derechos más extensos y con mayor intervención de los jueces es una idea extendida. No por nada el relato político de la izquierda repite hasta el cansancio la prédica de los derechos sociales. Pero recién ahora veremos hasta dónde llega de verdad esta prédica: si a la consagración de un catálogo denso donde todos se transforma en derecho a algo (y por lo mismo nadie de verdad tiene uno); o a la consagración de un catálogo sobrio donde se reconoce un mínimo de derechos dejando el resto a la decisión del legislador.

También conviene poner atención a la configuración que hará el proyecto del Tribunal Constitucional (TC). Tal vez como pocos, el TC ha sido objeto de un bullying institucional inédito en este periodo. El listado es largo: la Presidenta, hace años comentando una sentencia adversa, dijo amenazante: "Algunos quieren impedir que cumpla mi palabra; no me conocen…"; hace poco, sea por omisión o acción del gobierno, un servicio público orquestó una seguidilla de protestas de sus funcionarios contra el fallo Sernac; el gobierno se ha negado por dos años a gestionar la designación de los ministros suplentes y, para colmo, ahora le exige al TC adelantar sus plazos para despachar algunas sentencias antes del cambio de mando; y, en fin, no debe olvidarse que el candidato presidencial oficialista propuso en su programa eliminar el TC.

Con esto en mente, el TC que contenga el proyecto será una primera muestra de lo que de verdad propone la Nueva Mayoría en esta materia. Eso es importante tanto porque permite fijar un marco para la discusión donde las posiciones extremas (como eliminarlo) quedan al margen; y también porque exige que la izquierda empiece a defender de una vez la existencia de una institución respecto a la que, hasta hoy, muchos en ese mundo han preferido guardar un silencio cómplice.

Seguro que, cual caballo de Troya, también habrá muchas otras sorpresas. Todo ello para decir que se cumplió en una promesa de campaña que debilitó las reglas del juego, que definitivamente no dio al gobierno los frutos electorales esperados, que no movilizó como se pronosticaba y que ha dejado de ser el tema sexy que alguna vez le asignaron los creyentes en las viejas utopías.

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