El regreso del miedo

Piñera
Sebastián Piñera este jueves, en una actividad donde se reforzó el compromiso con la calidad de vida de los niños del Sename. Foto: ATON


Fue un balde de agua fría. Y se notó. Desde el momento en que se conocieron los resultados de la encuenta Cadem, sonaron todas las alarmas. Esas que no habían aparecido durante este gobierno, pero que fueron recurrentes en el anterior. Así las cosas, el fantasma de la impopularidad se instaló rápido en La Moneda. No es algo racional. Son los miedos que se acarrean de la infancia. Esos que las miles de sesiones de terapia no lograron acallar. Ahí están, listos para aparecer a la primera provocación.

Es cierto, no era la primera vez que el ministro Varela se salía de libreto. Es más, ya estamos medio acostumbrados a la "varelicosas". Pero esta salió muy cara. No sólo para él (bajó 18 puntos); también para el presidente, quien cayó 5 puntos, dejando su aprobación en 49%, la peor de su segundo gobierno. Días depués, la misma situación fue ratificada por la medición de Criteria Research.

No es necesariamente una cifra baja. La cosa es que hace pocas semanas el presidente estaba en el 60%. Entonces, este último golpe duele. Pero, de nuevo, lo peor no es el dolor; es el miedo. Ese que nos lleva a la noche oscura de la impopularidad, del no te quieren. Y cuando uno actúa con miedo, la probabilidad de cometer errores crece y, claro, todo resulta una profecía autocumplida.

Que el gobierno se asustó está claro. Por primera vez se refirieron a las encuestas. Que esta es una foto de la semana; la próxima puede ser mejor, dijeron. Y el presidente tomó cartas en el asunto; salió de gira con Varela para apaciguar los ánimos, insistiendo en que no hay que quedarse en las palabras -de Varela-, sino en el fondo. Que no habrá más errores.

La cosa es que todo cambió. El cuidado libreto comunicacional elaborado por La Moneda, donde el presidente era menos protagonista y sus ministros más presentes, se tiró por la borda. Piñera asumió el control de la situación, con resultados que todavía son inciertos.

Por una parte, es cierto que la figura del presidente sigue siendo un activo. Es por cuanto su caída de aprobación no tiene que ver con sus atributos personales que se mantienen estables y muy altos. El 72% de las personas creen que cuenta con autoridad y liderazgo; un 66%, que tiene capacidad; incluso un 64% considera que tiene carisma, algo que nunca ha sido su fuerte.

El problema está en sus ministros. En su gabinete que, en promedio, aumentó su desaprobación en 20 puntos, llegando a que el 55% de los encuestados evalúa negativamente su desempeño y sólo un 35% lo apoya. O sea, está muy desalineado con la imagen del presidente.

En esto siempre hay dos caminos: el primero es hacer un cambio de gabinete; el segundo es que el presidente le preste ropa a sus ministros más débiles. Esta semana se optó por el segundo camino. Veremos qué dicen las encuestas al respecto. Porque no queda mucho margen de acción. Una nueva baja ya dejaría las cosas en terreno peligroso.

Por otra parte, el gobierno tiene que necesariamente prepararse para tiempos peores. Hasta ahora, ha gobernado sin oposición, por lo que todo su deterioro se explica por errores propios. Pero eso no es eterno. En algún momento, el rival se rearmará y para ese entonces el equipo de gobierno tendrá que estar jugando mucho mejor. Al menos sin provocar autogoles. Y claro, algunos dirán que todo aquello se logrará con el rodaje, que es cosa de tiempo. Hummm…. Puede ser. Pero me tinca que el presidente ya sabe que hay jugadores que no dan el ancho. Si es así, sólo queda esperar. Salvo que el miedo, ya instalado, lo apure todo.

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