Renovados bríos electorales en la centroderecha

Las numerosas precandidaturas y la unidad doctrinaria que parece existir de cara al proceso constituyente marcan una notoria diferencia con lo que se vive en la centroizquierda.



Luego de un período de gran agitación y violencia a partir de octubre de 2019, y de la forzada calma posterior, cuando la pandemia impuso fuertes exigencias y restricciones sobre el Estado y los ciudadanos para sobrellevar una crisis sanitaria gravísima y la mayor dificultad económica en muchas décadas, las fuerzas políticas vuelven al primer plano para enfrentar definiciones y decisiones mayores en el corto plazo: en abril próximo, la elección de constituyentes para llevar a cabo la responsabilidad fundamental de definir el marco básico para el futuro funcionamiento del país, y de autoridades locales; y en menos de un año, la elección de un nuevo gobierno y la renovación parcial del Parlamento.

Parecería que la percepción tras el plebiscito de octubre, como consecuencia de una participación ciudadana que excedió las expectativas y de lo masivo del apoyo al “Apruebo”, es que el control del proceso constituyente podrá ajustarse a los intereses de una mayoría ciudadana más razonable y moderada, alejado de los afanes maximalistas de cualquier sector políticamente extremo. Esta lectura de los resultados del plebiscito ayuda a entender la evidencia posterior, surgida de las primarias para alcaldes y gobernadores, de radicalización al interior de ciertas corrientes de izquierda, junto a buenos resultados de los sectores más moderados en la centroizquierda.

Pero un fenómeno al que también cabe prestar especial atención -por sus evidentes implicancias para el devenir político- es el renovado dinamismo que parece estar experimentando la centroderecha, al menos desde una perspectiva electoral. Allí se observa un grado mayor de concordancia doctrinaria básica, esencial para enfrentar en unidad el proceso constituyente y las elecciones que vienen, mientras ya va ocurriendo un ordenamiento de las diferentes corrientes políticas del sector en torno a numerosas precandidaturas presidenciales con sus correspondientes estrategias, marcando un claro contraste con lo que se vive en la centroizquierda, que hasta ahora no ha sido capaz de instalar algún liderazgo con posibilidades de triunfo.

El mayor protagonismo que están adquiriendo los precandidatos en Chile Vamos tiene como contracara la pérdida de relevancia en la que se está sumiendo el gobierno, un fenómeno propio de toda administración a medida que se acerca el fin de su mandato, pero que en el caso de la actual ha sido mucho más agudo. Lo llamativo es que a pesar de la escasa popularidad del Ejecutivo, su sector político no está siendo golpeado con la misma dureza, dejando incluso abierta la posibilidad para que, pese a todas las adversidades, se produzca la continuidad de la coalición en el gobierno.

El hecho de disponer de una multiplicidad de precandidaturas resulta en general ajeno a lo que ha sido la tradición de la centroderecha en las últimas décadas. Es cierto que en algunos esto genera reticencia, ante el temor de que se puedan estar creando facciones que luego hagan difícil los puntos de unión, tal como ocurre en el mundo de la izquierda. Pero una mirada más amplia del fenómeno parece sugerir lo contrario, pues es un reflejo de que están surgiendo distintas sensibilidades y miradas, lo que abre posibilidades de abarcar segmentos más amplios del electorado.

El desafío que viene ahora para la centroderecha así como para los sectores moderados de la centroizquierda resulta especialmente desafiante, pues deberán volver a relevar el papel de la institucionalidad que permita recuperar el progreso que antes experimentó el país y asegurar que sigue siendo la base para mirar con optimismo su futuro. Recuperar la estabilidad y posibilidades de progreso en Chile supone superar con rapidez las secuelas de la crisis política y la pandemia que se viven, lo que no parece posible si no se revierte el debilitamiento de las instituciones económicas, sociales y políticas que estaban llevando a nuestro país al desarrollo. Esta tarea resulta más factible en la medida que se cuente con coaliciones vigorosas, que es lo que justamente parece estar ocurriendo en la centroderecha, y cabe esperar que también suceda lo mismo en la centroizquierda.

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