Para representar al Estado

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El ministro Gerardo Varela, durante una actividad oficial donde se refirió a la controversia.


"Gobernar es educar" decía el presidente Pedro Aguirre Cerda, y vaya que sabía sobre esta materia ya que en 1938 - año en que asumió como primer mandatario -, Chile tenía una tasa de alfabetismo de tan solo 58%. Diez años después, gracias a las políticas implementadas por su gobierno radical y los dos siguientes, la tasa de alfabetismo había aumentado al 75% de la población. Es que el presidente Aguirre Cerda tenía una preclara visión sobre las necesidades educacionales de Chile, pues era profesor de castellano y filosofía, habiéndose titulado como abogado también. Incluso, con anterioridad, había sido nombrado ministro de Justicia e Instrucción Pública en 1918. Esta era la categoría de aquellos personajes que se dedicaban a temas relacionados con la educación de los chilenos, en una época en que nuestro país abrió las compuertas para impartir instrucción a su población.

Ser ministro de Educación no es un cargo cualquiera, menos en un país como Chile que aún mantiene inmensas dificultades de aprendizaje y problemas culturales que son endémicos. Para ser ministro de Estado se necesita tener una visión de Estado, lo que equivale a decir que se ocupa un sitial desde el cual se representa a todos los chilenos, con altura de miras. Sin embargo, el actual ministro de la cartera, Gerardo Varela, se ha empeñado en demostrar que no entiende esa alta posición como un espacio privilegiado a donde se llega para servir. No pareciera haberse dado cuenta que está sentado en un despacho que anteriormente fue ocupado por personas de la talla de Eduardo Barrios Hudtwalcker en 1927, primer ministro de Educación Pública propiamente tal y Premio Nacional de Literatura en 1946; o el mismísimo Juan Gómez Millas, ministro de Educación del presidente Eduardo Frei Montalva y quien fuera el encargado de implementar la gran "Reforma Educacional de 1965", cuyo sistema general está vigente hasta el día de hoy.

El verdadero trasfondo de lo anteriormente expuesto es que detrás de esta aparente indolencia del ministro de Educación, subyace una falta de empatía hacia los educandos que es demasiado evidente. Pero no es extraño que esto suceda, ya que gran parte del gabinete presidencial está compuesto por personas que vienen del mundo de la empresa privada y que adolecen de una "visión país", donde deben primar los grandes intereses nacionales por encima de la cuestión particular. Y esto quedó plenamente graficado con la intervención del ministro de Economía en una reciente entrevista de televisión, en la cual afirmó que le recomendaría a un inversionista que tiene su patrimonio colocado en Chile, que saque parte de éste para invertirlo en el extranjero y así poder diversificarlo, y tener más tranquilidad. En el directorio de una sociedad anónima podría ser aceptable aquello, pero exponerlo como ministro representante de la ciudadanía es un grave error, que demuestra una carencia de inteligencia emocional.

A medida que pasan los meses, se hace más patente la impresión de que a muchos en el gobierno les falta una clara visión de su rol público, pues con frecuencia confunden lo particular con lo general y actúan más como miembros de una empresa que como representantes del Estado.

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