Rescatando el sentido de autoridad

Protestas en el Metro
AgenciaUno


Las semanas de convulsión social por las que ha atravesado el país -y que aún no concluyen del todo- dejarán muchas lecciones y materias sobre las que la sociedad deberá reflexionar. La falta de conexión con los problemas más acuciantes de la población, el afán de ensimismamiento de la política, el porqué del fracaso del Estado en atender eficientemente las necesidades sociales, la forma en que deben armonizarse crecimiento con desarrollo para asegurar una sociedad más cohesionada.

En ese orden de cosas, hay también una dimensión que el país no debería olvidar, relacionada con la grave pérdida del orden público que hemos visto por estos días, fenómeno que en algún momento puso al propio estado de derecho en jaque. Más allá de la destrucción de la infraestructura pública y de los saqueos -fenómenos que por su escala requieren un tratamiento aparte-, también ha sido posible advertir las dificultades que Carabineros así como personal militar -que tuvo que intervenir en virtud del estado de emergencia constitucional- se encontró para poder controlar el orden público. Las escenas de jóvenes insultando a viva voz a militares y policías, o las reticencias de muchos para acatar los horarios de toque de queda son muestras de cómo se ha ido erosionando el respeto por la autoridad en nuestro país, así como el apego por la ley.

La ciudadanía no debe perder de vista la importancia crucial que tiene para la vida en comunidad el imperio del estado de derecho y la necesidad de hacerlo respetar cuando éste busca ser quebrantado. Si quienes están llamados a hacer cumplir la ley y conservar el orden público dejan de ser respetados -o son desafiados-, en ese momento el Estado empieza a perder eficacia para hacer cumplir las reglas y el orden público. De allí la importancia de volver a recuperar el sentido de autoridad y devolver a los agentes del Estado -término que a veces se utiliza peyorativamente- su poder y respeto, los que siempre deben ser ejercidos en el marco de las facultades que la ley les ha fijado y con apego a los derechos humanos, tal como ya se ha mencionado en estas mismas páginas. En ese orden de cosas, es equivocado que los derechos humanos de dichos agentes no parecen ser valorados con la misma intensidad que para el caso de un ciudadano corriente, lo que resulta injustificable.

Desde hace ya tiempo que se ha observado el fenómeno de una sociedad cada vez más consciente de sus derechos -el llamado "empoderamiento"- y el anhelo de vivir sus vidas conforme su propio sentir. Ello ha traído consigo importantes frutos, como una mayor conciencia frente a los abusos y la generación de relaciones mucho más horizontales y equitativas. Pero algo distinto es cuando el respeto por la autoridad o la observancia de la ley comienzan a debilitarse, porque con ello se daña a la propia democracia.

El movimiento del péndulo social, que permitió el mayor empoderamiento, ahora parece desplazarse hacia el otro extremo, creando ciudadanos indiferentes o poco respetuosos de la ley y las autoridades. Hay aquí un trabajo formativo que deben hacer las propias familias y los colegios, reforzando importantes nociones de la educación cívica.

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