Resultados del Censo y políticas públicas



Era importante para el país contar finalmente con la información actualizada de un nuevo Censo, considerando que el anterior databa de 2002. Desde entonces, Chile ha experimentado profundas transformaciones -culturales, sociales y demográficas- que mediante este tipo de instrumentos es posible dimensionar mejor, y de esa forma orientar las políticas públicas.

Tomará tiempo decantar toda la información recogida, pero a la luz de los resultados del Censo no solo es posible advertir el mayor bienestar social en los últimos 15 años -por ejemplo, en el aumento de la escolaridad promedio y la disminución de familias hacinadas-, sino también tres grandes fenómenos que saltan a la vista: la población de Chile envejece cada vez más, el número de inmigrantes ha aumentado en forma importante, y la cantidad de personas que se identifica con pueblos originarios crece de manera significativa. El país ha debatido sobre estos tres ámbitos, y con estas nuevas cifras bien puede esperarse una reorientación.

De los tres fenómenos, el envejecimiento de la población, producto de una caía sostenida de la tasa de natalidad -el promedio de hijos en mujeres en edad fértil pasó de 1,6 en 2002, a 1,3 en 2017-, es probablemente el que reviste mayor complejidad, porque no parece existir una política específica que pueda revertir el curso de las cosas. Anteriormente se han dado a conocer estudios que muestran que hacia 2035 el porcentaje de la población chilena mayor de 65 años superará a los menores de 15. El Censo ha revelado que para el caso de la tercera edad, ésta ya representa el 11% de la población (en 2002 era el 8%), mientras que los más jóvenes (menores de 15 años) son el 20%, una significativa caída de nueve puntos en relación a 2002.

El mayor envejecimiento supone un aumento en la carga del gasto en salud y de pensiones, como también en menor disponibilidad de mano de obra, entre otros efectos. La discusión en políticas públicas no puede seguir desentendiéndose de estas realidades -es inexplicable, por ejemplo, que un debate como la postergación en la edad de jubilación siga entrampado por consideraciones puramente políticas-, y deben ser encaradas con realismo y sentido de urgencia.

Un factor que ha operado como un eficaz contrapeso a nuestro envejecimiento es la masiva llegada de inmigrantes al país. Aun cuando este proceso ha tendido a desordenarse en los últimos años producto de la falta de una buena política migratoria, no cabe duda de que la llegada de extranjeros ha significado una inyección de rejuvenecimiento y multiculturalidad. El Censo ha mostrado que son poco más de 700 mil los que viven en el país, y ya representan el 4% del total de la población. Aun cuando es un salto significativo respecto de comienzos de los 90, cuando los inmigrantes apenas representaban el 0,81%, sigue estando muy lejos de los estándares internacionales; ello significa que existen amplias posibilidades de aumentar la llegada de personas desde otros países, lo que hace más necesario contar con normas que ordenen bien este proceso.

Llamó también positivamente la atención que el 12% de los censados se consideran como parte de los pueblos originarios, con predominancia de los mapuches, aymaras y diaguitas. Son más de 2 millones de personas, lo que justifica que el país aborde con más decisión políticas que permitan una mejor integración y reconocimiento de estas etnias.

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