El reto de gobernar mejor

Sebastián Piñera


Si el gobierno del Presidente Piñera consigue este año que la economía recupere dinamismo, que se generen nuevos empleos y que den sus primeros frutos los acuerdos propuestos sobre infancia, salud, seguridad, pobreza y paz en La Araucanía, es probable que se cree un clima de confianza en el país, incluso de optimismo, lo que puede inaugurar una etapa de progreso sostenido. Será muy importante que se materialice una reforma previsional que mejore las bajas pensiones. Si todo esto se traduce pronto en beneficios tangibles, será valorado por la mayoría de los chilenos.

Chile necesita recuperar claridad sobre las prioridades que confundió la palabrería refundacional. Se trata de tener un país más próspero, pero también más integrado; que eleve el PIB per cápita, pero reduzca las desigualdades; que acoja a los inmigrantes, pero sea capaz de racionalizar su incorporación; etc. En otras palabras, al nuevo gobierno solo le sirve el realismo, la conciencia de lo que puede y no puede hacer en 4 años y con los medios disponibles. No podrá atender todas las necesidades a la vez. El país está muy endeudado y el déficit fiscal es mayor de lo que se esperaba.

Son claras las señales de que el mandatario quiere crear una dinámica de cooperación con los opositores que manifiesten buena voluntad, pero tendrá que hacer sus propias opciones para que no haya debates eternos sobre los problemas que demandan soluciones urgentes.

Habrá que juzgar al nuevo gobierno por sus actos, y más tarde por sus resultados. Pero lo mismo vale para el Congreso, que cuenta con mayoría opositora. Es una incógnita la disposición que prevalecerá en la Cámara de Diputados, donde desgraciadamente ha hecho escuela el estilo de los gestos para la galería (y para la TV).

Ciertos opositores de pensamiento binario desearían tener al frente a una derecha retrógrada, cerrada a los cambios, indiferente a las desigualdades, lo que les facilitaría la tarea de hacerle la guerra, pero sucede que les tocará enfrentar a una que parece dispuesta a competir en el terreno de las políticas de inclusión social. Deberían tomar nota de ello los opositores que desean actuar racionalmente.

Los ciudadanos valorarán los avances en sí mismos, y les importará poco o nada que ellos se deban a las motivaciones compasivas o justicieras que haya en la coalición de gobierno. Y no descartemos que, a los ojos de mucha gente, las nociones sobre quiénes son progresistas y quiénes conservadores dejen de asociarse mecánicamente a los viejos alineamientos.

El nuevo gobierno inicia su mandato en un contexto desafiante. Asuntos tan complejos como la reestructuración de Carabineros demandarán un fuerte liderazgo presidencial. Lo que quiere la mayoría de los chilenos es que se ejerza la autoridad, que se apliquen las leyes, que no haya indulgencia con los que cometen delitos o abusos. Chile tiene una oportunidad de progreso que no puede desaprovechar.

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