RREE: volviendo al Estado

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Por unos días he estado absorbida por esos compromisos que se hicieron inexcusables en mi vida desde que dejé la primera fila de las responsabilidades públicas: compartir en familia. Así se explica mi ausencia en el almuerzo con nueve excancilleres, al que invitaron el Presidente Piñera y el nuevo canciller Ribera, en el Palacio de La Moneda. Enhorabuena. Pero más allá de mi particular ausencia y sus motivos que "desbalancearon", siguiendo el humor del Presidente, el género en tan valioso encuentro, hay que destacar el decidido paso, público e informado, que se da para activar el Consejo de Política Exterior y el Comité de excancilleres.

Además de aquello parece innovador el planteamiento de instalar mesas técnicas para seguir temas específicos de impacto internacional. De este modo tendremos más espacios: flexibles, dinámicos y cotidianos, para contribuir a la política exterior de Chile. Toca ahora hacerse cargo de moldear y detallar ese procedimiento de manera eficaz, sencilla y pragmática, levantando nuestras preocupaciones más permanentes en la incidencia global y regional. Entonces no solo debemos preocuparnos de tender posiciones frente a Marrakech, Escazú, Filipinas o la crisis venezolana.

Los desafíos de la inserción de Chile en el mundo son claves. Los acuerdos comerciales vigentes con las economías que representan el 85% del Producto Interno Bruto (PIB) Mundial, cubren la casi totalidad de nuestras exportaciones. La APEC, la Alianza del Pacífico y el TPP-11 actualmente en el Congreso, son fundamentales para el desarrollo de Chile. Debemos enfrentar el proteccionismo que ha sumado adeptos en el mundo y generar aliados en este esfuerzo. Si agregamos el cambio que se está desarrollando en el mundo con la revolución tecnológica, nuestro esfuerzo requiere una mirada de Estado. A ello se suma la cumbre climática próxima a realizarse en Chile, en el tema medioambiental, que requiere una priorización. También debemos compartir una mirada común que acompañe el desarrollo la doctrina de los derechos humanos (donde el rol de la CIDH y la Corte respectiva cobran cada vez más valor), el papel de Chile en grupos subregionales y organismos multilaterales y, no debiera ser una excentricidad, el impacto de nuestra diplomacia pública en un país que también pide escrutinio y rendición de cuentas en lo que ocurre en Teatinos 180.

En tiempos convulsos en donde a ratos la democracia de las redes sociales alienta el quiebre y la ofuscación, qué bien la hace a Chile ponerse de acuerdo. En política exterior este consenso es esencial, no solo por el consabido eje de Estado que nos ha guiado por años en su conducción (y que no puede extraviarse siquiera ocasionalmente), sino porque gran parte del prestigio internacional de Chile está asociado a la seriedad de cómo miramos el mundo ya que en ello también reflejamos en parte nuestra madurez política y social. Como decía Kissinger, cuando se hace política exterior es inevitable mirar por el propio retrovisor.

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