Sean Tagert: una muerte obligada

Eutanasia-listo


Esta columna fue escrita junto a Alejandra Carrasco, Centro de Bioética UC.

El 25 de julio Sean Tagert, 41 años, canadiense, escribió su último mensaje en Facebook. "Hola a todos –decía–. Últimamente he estado callado porque ya no puedo más, estoy cansado. Por eso el viernes pasado presenté oficialmente mi documentación de muerte con asistencia médica, con abogados y médicos".

Para entender el contexto: el año 2013 a Sean le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA); desde 2017 dependía de un ventilador, de asistencia médica 24 horas y un computador para comunicarse. Tras mucho pelear con el sistema, él y su familia obtuvieron financiamiento de cuidados paliativos en casa por 20 horas diarias. Las cuatro horas restantes significaban 263 dólares por día, suma de la que esta familia ya no disponía.

Pero a Sean su país le ofrecía otra opción. Tras seis años de sobreponerse a las mayores adversidades, Sean terminó solicitando el suicidio médicamente asistido, muriendo en su casa, el pasado 6 de agosto.

Este caso ha conmocionado a Canadá. Heidi Janz, discapacitada y activista, escribió el Edmonton Sun: "la única razón por la que Sean Tagert murió es que, a pesar de todo lo que se habla de 'inclusión' en Canadá, fue marginado y, en definitiva, desechado, porque su necesidad de cuidado se consideró excesiva".

En estos días cruciales para la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido en Chile, debemos atender estos casos para no repetir experiencias tan dramáticas en nuestro país. ¿Podremos evitar que nuestros seres queridos se transformen en nuevos Sean Tagert, cuya necesidad de cuidados superó el monto que el Estado podía otorgar? Sabemos que hoy existe un proyecto de ley aprobado para el acceso universal a los cuidados paliativos, pero no sabemos si habrá recursos para cubrir todas las necesidades de los pacientes, oncológicos y no oncológicos. Tal como sucede en Canadá, y lo manifiesta el doctor Leonie Herx en CTV News: "Debemos asegurarnos de que las necesidades físicas de la gente están cubiertas antes de llegar al punto en que las personas sientan que la muerte es su única opción".

Más que un tema médico, el debate acerca de la eutanasia es primero un asunto político. Tiene que ver con la consideración que tenemos por los demás, especialmente cuando se encuentran en una condición de extrema vulnerabilidad –a nivel físico, social y económico. Tiene que ver con el cuidado que la sociedad entera está dispuesta a ofrecer cuando más se necesita. Tiene que ver con comprometerse, apoyar y facilitar los medios para la gente que elige vivir, no solo la que elige morir.

Un estado que pretende ser liberal debe garantizar un verdadero respeto a todas las libertades, también a la de quienes desean seguir viviendo, asegurando un adecuado manejo de su dolor y sufrimiento. No es verdaderamente liberal el Estado que nos induce a elegir la muerte sin ofrecer alternativas viables, porque no tenemos recursos y estamos en situación de sufrimiento extremo. Un Estado así es un estado clasista, que reduce las opciones de los más vulnerables social y económicamente (que son la mayoría), para aumentar las opciones de los más ricos (que son una minoría). Es decir, a quien por razones económicas no pueda acceder a los tratamientos que lo curen o le alivien el dolor, o no quiera gastar el dinero que dejará a su familia, se le ofrecerá una solución rápida y barata: la misma que Sean Tagert dejó escrita en su Facebook y que hoy avergüenza a los canadienses.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.