Sename: ¿Por dónde comenzar?

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Cuando las organizaciones enfrentan situaciones difíciles, daños profundos en su reputación y credibilidad frente a las personas y la sociedad siempre aparece la pregunta, muchas veces superficial, respecto si debiera cambiar la marca, el nombre que la identifica.

Este es el caso del SENAME, que se ha definido como uno de los anuncios prioritarios de este nuevo gobierno, en el que se destaca la realización de una auditoría y el reemplazo de este por dos nuevos servicios, uno para menores vulnerables y otro para infractores. En este contexto, la pregunta sobre si debiera cambiar de nombre resulta recurrente. Preguntarse por la marca hoy resulta lo menos relevante e incluso lo más irresponsable en un momento en que el verdadero desafío está en repensar profundamente cómo se estructura, cómo se reinventa y qué requiere para hacerse cargo verdaderamente de su propósito.

En su origen y definición el Sename tiene un propósito y un sentido claro, absolutamente relevante y valioso para la sociedad, responder y hacerse cargo de niños en diferentes contextos de vulnerablidad para protegerlos y favorecer su reintegración a la sociedad. Tener un propósito, una razon clara por la cual existir es la base que debiera tener  cualquier organización o institución valiosa.

Pero esto es completamente insuficiente. Para tener la legitimidad de hacerse cargo de ese rol, una organización seria tiene la resposabilidad de definir cómo se hará cargo de esta realidad. Cómo debiera ser la estructura, qué profesionales se requieren, cómo se va a generar la integración con la sociedad, qué capacitación y soporte es fundamental para avanzar, qué recursos se necesitan para poder financiarlo, qué apoyo requiere del gobierno, cómo puede abrirse a la sociedad, a la colaboración de expertos de organizaciones solidarias o actores del mundo privado cuyo compromiso puede acelerar la posibilidad de concretar un nuevo proyecto que, sin duda, tiene el carácter de urgencia social de cambiar radicalmente esta situación.

Así, un propósito social relevante no tiene valor si no tiene un cómo para hacerse cargo. Lo que está en cuestión hoy es definir el cómo lo hacemos. Pero a esto se suman otras demandas básicas para tener organizaciones competentes, confiables y responsables. La gestión del Sename tiene que ser transparente, los mismos problemas no pueden volver a ocurrir, y de ocurrir, no deben pasar desapercibidos y ser invisibles. No basta con buenas intenciones se necesitan diversos servicios vinculados a la infancia, que permitan hacer más eficientes las políticas públicas relacionadas con niños y adolescentes, pero también que se le asignen los recursos suficientes y que exista una supervisión de estas instituciones que sea periódica e infalible.

Vamos a lo importante, trabajmos y tengamos un debate serio acerca del cómo reinventar y cambiar radicalemente a esta insititución. Luego podremos ver si otros temas como un cambio de marca puede ser significativo al momento de generar nuevas confianzas, tanto dentro, en los menores y los colaboradores que ahí trabajan, como afuera, en la sociedad.

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