Sin relato no hay proyección



El principal atributo de un relato es la capacidad de simplificar una realidad compleja dotándola de significado y sentido. En política, un relato sirve como interfaz entre la ideología y las acciones (políticas) que traducen dichos sistemas de ideas en bienes públicos tangibles para los ciudadanos. El relato puede ser entendido, bajo esa perspectiva, como el eslabón narrativo entre la ideología y las políticas públicas. Las narrativas no son inocuas: como señalaran Patterson y Renwick (1998), pueden cambiar las percepciones y jugar un rol crucial en el comportamiento político de las personas.

La realidad nos muestra hoy que la ausencia o debilidad de un relato se constituye sobre todo en un problema para los gobiernos y las coaliciones que los apoyan. Alrededor del mundo, presidentes y jefes de gobierno se ven enfrentados a una especie de ola anti-incumbente, que no es otra cosa que un sentido de desafección que los hace objeto a ellos de dicho malestar y deriva en realineamientos electorales pendulares. Por eso contar con un buen relato cuando se es gobierno es hoy más importante que nunca.

Visto lo anterior: ¿Cómo construir un relato exitoso? Primero, es necesario que exista confianza comunicativa entre emisor (gobierno, parlamentarios, dirigentes etc) y receptor (ciudadanos). De lo anterior se sigue que dicho relato debe estar apegado fielmente a la realidad, sin distorsiones que afecten dicha confianza comunicativa. Los ciudadanos hoy son informados y preparados, por lo tanto no caben relatos artefactuales y distorsionadores. Segundo, un relato exitoso debe ser humilde y no pretender abarcar todo (no totalizante). No debe buscar explicar toda la realidad, sino que aquellos componentes de la misma que son prominentes para los ciudadanos y articulan su concepción de la vida social y las políticas que impulsa el gobierno. En este mismo punto, un relato democrático y ciudadano no debe ser paternalista o articularse como la comunicación entre iluminados que gobiernan y ciudadanos que necesitan ser guiados. Al contrario, debe plantearse como un proceso comunicativo horizontal (entre iguales). Tercero, y relacionado con lo anterior, un relato exitoso debe tener una "bajada" territorial-local que lo dote de sentido más allá de lo nacional (Santiago no es Chile). Cuarto, un relato exitoso debe tener una narrativa de futuro apasionante, que dibuje un imaginario compartido asociado a un destino o punto de llegada.

Por supuesto, nada de lo anterior sirve si los gobiernos no cumplen sus compromisos de campaña y tienen una mala gestión. Una gran ventaja para ChileVamos es que el Presidente Piñera se caracteriza por su capacidad, compromiso y sentido de urgencia en la gestión. Si a lo anterior se añade ese marco o visión narrativa que hemos descrito en estas líneas, el gobierno y ChileVamos lograrán proyectarse y dejar un legado.

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