¿Superaremos la miopía del pasado?

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La nueva Constitución será acordada por una convención constitucional que adoptará sus acuerdos por 2/3 de sus miembros desde una hoja en blanco. ¿Es esta exigencia una condición compatible con un proceso genuinamente constituyente? Un proceso de reforma constitucional tiene dos condiciones que lo diferencian de un proceso constituyente: (a) hay normas constitucionales que están y continuarán vigentes si no son modificadas, y (b) la modificación está sujeta a condiciones especialmente dificultosas (p. ej. 2/3). Éstas permiten a una minoría obligar a los demás a continuar viviendo bajo reglas que rechazan, y por eso no puede llevar a una nueva Constitución.

Las cosas cambian cuando cualquiera de estas dos condiciones es removida. Por ejemplo, cuando se acepta discutir desde una hoja en blanco y se decide por 2/3; o se acepta discutir por referencia al texto que está y seguirá vigente, pero se permite que pueda ser modificado por mayoría simple. En estos dos casos estamos hablando de mecanismos propiamente constituyentes, lo que no quiere decir que no haya diferencia entre ellos. Una importante es que el segundo mecanismo, el que parte de la Constitución vigente y la va modificando por mayoría, asegura una decisión en todo caso. El otro hace posible que no haya decisión, por no haber 2/3 en ningún sentido. ¿Qué ocurre en este caso?

Al responder esta pregunta yo no creí estar diciendo nada especialmente controvertido: que si no se logran 2/3 para incluir algo en la hoja en blanco , ese algo no estará incluido en la Constitución; que las materias no incluidas en ella quedarán sujetas a competencias no constitucionales; que si la Constitución es la competencia máxima del sistema jurídico, entonces las competencias no constitucionales son competencias subconstitucionales, la principal de las cuales es la legislativa. Es decir, que si la Constitución es un "coto vedado", todo lo que no sea puesto dentro del coto vedado quedará fuera de él.

La explicación fue calificada de "pillería" o "trampa", calificativos promovidos por la misma irracionalidad vista en el pasado. Cuando argumentábamos a favor de un plebiscito constituyente, se lo descalificó como "un atajo", como "bonapartismo". Hoy no es bonapartismo. Es lamentable que fue necesario esperar a que hubiera decenas de muertos, miles de heridos, locales comerciales saqueados, edificios incendiados, para cambiar de opinión. El anuncio hoy es que usarán el requisito de los 2/3 para lograr mediante la amenaza del fracaso del proceso constituyente que nada realmente cambie. Pero los 2/3 no tienen esa función, sino la de permitir una Constitución que sea realmente de todos.

La miopía del pasado hizo fracasar el proceso constituyente de la Presidenta Bachelet, y así se perdió la última oportunidad que tuvimos de enfrentar el problema "por las buenas", sin muertos, heridos, saqueos ni incendios. Es de esperar que la oportunidad que ahora se ha abierto no sea frustrada por una versión actualizada de la misma miopía.

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