Supercherías

Eclipse en Coquimbo


Extraordinario el titular de la noticia -"Eclipse total asombra y une a los chilenos"- con que un matutino resumió el efecto que habría tenido el fenómeno solar del 2 de julio recién pasado. Cuando lo leí no supe si era en serio. Desde muy atrás, los eclipses hacen pensar en calamidades por venir más que en lluvia de bondades. Los antiguos chinos creían que anunciaban catástrofes que azotarían al emperador y sus súbditos, exponiéndose los últimos a tener que pagar los pecados de su soberano; histéricos, se arrodillaban y golpeaban la frente contra el suelo, haciéndose acompañar de sonoros tantanes y panderos (Enciclopedia Espasa). Los indígenas incásicos, igual de aterrados, lanzaban flechas con fuego para ahuyentar a la bestia salvaje con que el sol, supuestamente, se debatía en mortal lucha (J.G. Frazer); mientras que "en el antiguo Méjico se decía que todo niño nacido en un día de eclipse estaba condenado a convertirse en ratón" (F. Nicolay). Todavía a principios del siglo XX, según una leyenda recogida por Vicuña Cifuentes en Talagante, a los eclipses se les tenía por obra del Diablo y su cola. De lo que se inferiría que hemos dejado de ser astrológicos y nos hemos vuelto gente razonable, dispuestos a que se nos asombre, naturaleza y ciencia mediantes, llanos a aventurarnos hacia nuestro magnífico destino manifiesto astronómico que el futuro nos depara. Hosanna en las alturas.

Salvo que, en tiempos no lejanos (en plena dictadura), mirar al cielo sirvió para distraer la atención. Fue el caso del aviso del paso del cometa Halley (1986), asistido por medios periodísticos (incluido el matutino citado) que, al igual que con el eclipse reciente, volcara a los chilenos a cerros, azoteas y asados, aunque nada muy preciso se pudo ver. Otro tanto sucedió con las apariciones de la Virgen en Villa Alemana (1983). ¡Qué tiempos, esos! Por tanto, en temas de esta índole sigue siendo aconsejable guardar un sano escepticismo. Los pueblos no se modernizan tan rápido y de telescopios no solo vive el hombre.

El titular obedece a una lógica que aunque renovada no termina por convencer: pensamiento mágico reciclado como spot publicitario. Apela a querer concebirnos como un pueblo o nación, unidos a pesar de nuestras evidentes diferencias, conflictos y empates crónicos. ¿Es que se nos pretende hacer creer que, al igual que en 1592, 1839, 1893 y 2019, que es cuando se han presenciado eclipses solares totales en Chile, en el 2020, con eclipse ya anunciado, volveremos a "unirnos"? Vaya superstición. No quiero imaginarme cómo lo van a explicar los profesores de historia re(a)signados a tener que hacer el curso de Educación Ciudadana. "Chile, país en mejor estilo Maya, redescubre su sentido de pueblo originario. Mira al cielo y se rige por los astros". Gran futuro titular. Lo veo.

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