Tiranía en China

HKWEB
Los manifestantes repletaron ayer el centro financiero de Hong Kong.


Hace un par de semanas el mundo recordó la masacre de Tiananmén. Pudimos volver a emocionarnos con esa foto impresionante que muestra al disidente solitario que enfrenta a la hilera de tanques. En estos días son las multitudes de Hong Kong las que reclaman contra el riesgo para la libertad que representa el régimen totalitario comunista/capitalista chino.

El acuerdo de 1997, que puso fin a la administración británica de Hong Kong, aplicó la doctrina de "un país, dos sistemas". Y así, y por un total de 50 años, las autoridades de Beijing se comprometieron a respetar el sistema de libertades políticas, sociales, culturales y económicas de que goza la población de Hong Kong.

La actual jefa del Ejecutivo de Hong Kong, Carrie Lam, fue elegida bajo la promesa de promover la unidad entre los distintos sectores de su territorio. Lo ocurrido en los últimos años ha ido desmintiendo ese propósito. El hostigamiento a los grupos políticos independentistas y la represión policial de protestas pacíficas la hacen aparecer como un títere de Beijing. Su insistencia en aprobar una ley que permitiría extraditar ciudadanos de Hong Kong para que sean juzgados por unos tribunales chinos que no ofrecen ninguna garantía de independencia, ha terminado por desatar las protestas de la mayoría.

Lo que ocurre es que los habitantes de Hong Kong tienen suficientemente cerca al Partido Comunista chino como para hacerse ilusiones con sus discursos sobre la tolerancia. Ellos conocen de primera mano la censura que aplica el régimen chino a las redes sociales y saben el destino que le espera a los artistas que se atreven a desafiar al partido.

Es evidente, por supuesto, que China ha conseguido un desarrollo económico impresionante en las últimas décadas. Lo lamentable es que ese progreso material no haya ido acompañado de avances en materia de libertades. Todo lo contrario. Luego de un inicio alentador, Xi Jinping ha devenido en un autócrata que cultiva el culto a la personalidad al más puro estilo de Mao. No solo hizo que, en 2018, el Congreso Nacional del Pueblo eliminara de la Constitución el límite a las dos reelecciones (restricción que Xi había saludado como antídoto contra la tiranía hasta hace apenas seis años), sino que indujo a que dicho cuerpo, en indigna adulación, incluyera una referencia explícita al pensamiento de Xi en el preámbulo de la Constitución (Es irónico que un país que se dice orgulloso de su historia milenaria tenga espacio para el burócrata Xi en el preámbulo pero no para Confucio o Lao Tse). Por si alguien tiene dudas sobre el auténtico carácter del régimen chino, cumplo con informar que estos cambios constitucionales fueron aprobados con 2.598 votos a favor y solo dos en contra. Ahí tienen un Congreso que no es obstruccionista…

Todo mi apoyo moral a la juventud que marcha en Hong Kong. Y si el embajador chino quiere quejarse, le tengo una sola respuesta: los chilenos sí tenemos libertad para opinar.

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