Tiranicidio caribeño

Maduro dice que a auto(23185221)


Cada nuevo detalle que Nicolás Maduro entrega sobre el supuesto intento de asesinato con drones explosivos que habría sufrido en un acto oficial, suena más dudoso que el anterior. El cuadro conspirativo final involucra en una alambicada ecuación a Estados Unidos, a "la oligarquía colombiana", a legisladores venezolanos de oposición y a militares golpistas. Las "pruebas" y "confesiones" entregadas van desde vídeos borrosos hasta pretendidas intercepciones de audio de los ejecutores, quienes habrían sido apresados finalmente gracias a la "inteligencia popular" de unos vecinos y a la acción heroica de un grupo de mujeres. Lo único confirmadamente real de todo este episodio es la brutal persecución desatada contra la débil oposición como represalia.

Frente a este escenario, la pregunta políticamente importante es por qué Maduro necesita desatar esta caza de brujas. La oposición política está en un nivel de desarticulación que no la hace un adversario importante. Es razonable pensar, entonces, que el mensaje no se dirige principalmente a ellos, sino que es una advertencia más general y una demostración de fuerza. Demostración tanto más potente si, como todo parece indicar, el "atentado" no es más que un montaje, porque lo mostrado sería la capacidad del régimen para perseguir a quien quiera, inculpándolo de lo que quiera.

El temor del tirano nos habla de la situación venezolana. El enemigo principal de la dictadura no es hoy la oposición democrática, sino la miseria económica. Y la sombra que acosa a Maduro no es, entonces, la de un Aylwin o un Lagos, sino la de un Pinochet. Es decir, la del tirano "benevolente" delineado por Jenofonte en su diálogo sobre la tiranía, que concentra el espacio público en sí mismo, pero permite y asegura la prosperidad de los espacios privados. Y Maduro quiere disuadir, por todos los medios, a quienes puedan aspirar a ese rol. Viene entonces una fase política todavía más paranoica y represiva para el país caribeño.

En Chile, en tanto, al menos dos discusiones deberían derivarse de este escenario. La primera es sobre cómo redoblar esfuerzos para devolver la mano a los venezolanos que ayer guarecieron a nuestros perseguidos políticos, y hoy necesitan refugio y un espacio para reconstruir sus vidas. La segunda es sobre la calidad moral del Partido Comunista chileno, que no solo se ha prestado para hacer de marioneta local del régimen venezolano, sino que ha venido a borrar con el codo todo el aparato argumentativo sostenido en la tradición medieval sobre el tiranicidio que ha usado para defender las acciones del Frente Patriótico Manuel Rodríguez contra Pinochet. ¿Por qué lo que es legítimo y hasta heroico contra el dictador chileno resulta injustificable contra Maduro? Sería interesante conocer su respuesta.

Por último, la izquierda "antineoliberal", constatado el fracaso final del "socialismo del siglo XXI", queda frente a una nueva oportunidad para atreverse a revisar sus supuestos. O bien para mirar hacia otro lado y simplemente esperar, con el mismo candor fanático, la llegada del socialismo del siglo XXII.

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