Transformación digital: ¿Y qué espera el mundo cultural?

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La geometría de la conciencia, obra permanente del artista en el Museo de la Memoria. Foto: Matías Poblete A.


La transformación digital tiene de cabeza hace varios años al mundo privado pensando en cómo reinventarse. A las empresas de retail abatidas por la llegada de Amazon, a la banca tradicional consternados por la internacionalización de los bancos chinos, y al mundo industrial fascinado frente a la robotización de los empleos, la impresión 3D y la inteligencia artificial.  ¿Qué estamos haciendo en el mundo cultural para no quedarnos atrás?

La tan llamada transformación digital no debería estar ajena al mundo cultural. Ya hemos visto pequeñas inmersiones, por ejemplo, en los teatros. Los ejemplos más básicos de citar son los ya no tan sorprendentes streaming de espectáculos. Los que en sus inicios, llevaron tanto a los programadores como al público a cuestionarse si el nuevo producto audiovisual llegaría a reemplazar la obra en vivo. O en el caso de los museos, la exhibición digital de sus galerías como lo hacen muchos museos en el mundo entero por medio de sus webs o apps especiales lo que permite disfrutar y conocer a la distancia.

Pero la transformación digital va  más allá de eso. No tiene que ver con implementar un CRM, con tener redes sociales, o contar con la venta online de tickets. La transformación digital implica nuevas estrategias de negocios que surgen gracias a la aparición de las tecnologías y a las redes de comunicación. Quizás lo más difícil en organizaciones poco enfrentadas a la exigencia de autofinanciarse- a la cual sí es sometido el mundo privado- es la reinvención de la organización pensada frente a un mercado global. Pensar las instituciones en un mundo digital, global e hiperconectado que se caracteriza por un cambio a nivel social y tecnológico continuo. En el cual, el conocimiento y la satisfacción de las necesidades de espectadores o clientes es clave.

Por medio de la incorporación de los millennials al mundo laboral hemos sido advertidos del cambio de paradigma en el que estamos inmersos. Sobre la necesidad de volcarnos hacia una cultura cliente-centrista, que aproveche la innovación y la tecnología de punta para una mejor relación y conocimiento de los clientes. Nuevas prácticas no necesariamente caras de implementar. Cientos de alarmas llegan todos los días, las que nos obligan a  observar cuanto antes los nuevos hábitos y exigencias que distinguen a las nuevas generaciones. Y a empezar a pensar que ya no estamos frente a un mercado local, si no global y sin fronteras.

Es innegable que tanto empresas, trabajadores y audiencias han cambiado sus estilos de vida, necesidades y comportamientos.  El espectador, tiene cada vez más información, poder de decisión y acceso a fuentes de información que antes sólo tenían unos pocos. A su vez, el espectador busca estar cada vez más conectado, interactuar más y confiar en la institución a la cual acude. Entregar parte de su vida privada a cambio de recibir un buen servicio.

Atendiendo este nuevo escenario ¿Qué estamos haciendo en el mundo cultural para introducir la tecnología y digitalización en los modelos de negocio?  Son muchas las iniciativas que podrían empezar a implementarse partiendo por el uso del smart data para el conocimiento profundo de los espectadores del s XXI y cómo atender sus necesidades.

Nos enjuiciamos y espantamos por el bajo consumo y participación cultural en este país y en general en Latinoamérica pero poco estamos haciendo para subirnos al tren de la digitalización. Mejor, manos a la obra

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