Un ejemplo para América

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A menudo, da la impresión que en Chile alegamos y protestamos de "puro llenos" que estamos. Los extranjeros que nos visitan, o que conocen nuestra realidad, se abisman cuando les mencionamos algunos de los reclamos y denuncias que nos mantienen en ascuas, sin una plena justificación para ello. Porque la verdad sea dicha, tenemos la fortuna de vivir en paz y libertad, en ambientes que aún permanecen sanos - que no se han desintegrado ni estropeado como en la mayoría de las naciones del continente -, lo cual deberemos tratar de mantener incólume, entre todos.

Basta mirar a nuestro rededor para darse cuenta del real calibre de los problemas que enfrentan países como Brasil, Perú, Venezuela, Nicaragua o México, por nombrar sólo unos pocos. Los niveles de corrupción, criminalidad, malos manejos políticos, negocios turbios, inseguridad ciudadana, represión, violencia desatada, ausencia de libertad y descomposición social de aquellas naciones son brutales y no tienen comparación alguna con las dificultades que enfrentamos en Chile, que por muy graves que nos parezcan, empequeñecen y se ven minúsculas, insignificantes, cuando se contrastan con los sucesos que a diario nos golpean desde nuestro vecindario, y más allá.

Durante las últimas tres décadas, logramos incentivar el aspecto privado de las personas, fortalecido por nuestro sistema económico y las libertades civiles de los individuos. Así, se puede decir que en este rincón de las Américas hemos encontrado una nueva forma de ser libres en democracia, a través de un Estado más amigable y menos invasivo. Incluso en Estados Unidos, país que conozco bien, se vanaglorian de su "libertad" pero mantienen un régimen tutelar omnipresente, inmensamente burocrático, que en muchos aspectos de la vida cotidiana asfixia a los ciudadanos con una lista interminable de reglas y regulaciones, muchas de las cuales son francamente exasperantes. Es verdaderamente grande la diferencia entre Chile y el resto del continente, con un par de honrosas excepciones, lo cual nos otorga el respaldo moral y el prestigio para intentar ayudar a naciones donde no se respetan las libertades básicas del individuo; para influir, con sabiduría y moderación.

Si observamos lo que acontece más allá de nuestras fronteras, podremos ver cómo muchos gobiernos han erosionado los espacios de libertad personal ganados con tanto esfuerzo. Se coartan dichos espacios a través de cientos de pequeños cambios, uno a la vez, casi imperceptibles para las grandes mayorías. Una reducción hoy, otra mañana, de manera que la gente no perciba que esos derechos y esa libertad se están perdiendo, hasta que se atraviesa el umbral donde las libertades individuales ya no se pueden recuperar.

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