Una cantera inagotable

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A mediados de los 90, Henning Mankell sorprendió por el crudo retrato que hacía de Suecia, país que como pocos había logrado equilibrar el libre mercado con la igualdad y solidaridad. Lo hacía por medio de las indagaciones del inspector Wallander, quien se ve enfrentado a crímenes por xenofobia, sexismo, fanatismo religioso y corrupción. ¿Era éste el verdadero rostro del Estado de bienestar que muchos consideraban un modelo de desarrollo y tolerancia? ¿Bajo la aparente tranquilidad de esos paisajes helados y ciudades impolutas se cocinaban a fuego lento la intolerancia y el egoísmo?

Como lo explica John-Henri Holmberg en su introducción a la antología El lado negro de Suecia, Mankell era heredero de Maj Sjöwall y Per Wahlöö, una pareja de activistas de izquierda que desde 1965 escribieron 10 novelas policiales que indagaban en el abandono de la socialdemocracia a la clase trabajadora. Al parecer, es algo que pasa en todas partes: para la izquierda más radical los cambios sociales siempre van demasiado lentos.

El análisis de Holmberg es extraordinario por su capacidad para unir el contexto político con el policial, el género que mejor interpreta el mundo en que vivimos, es decir, las tensiones subterráneas y la intrínseca necesidad de articular un sentido, de darle un significado a las señales dispersas (muchas amenazantes) que entrega la realidad. Ésa es la tarea del detective y, probablemente, ésa sea la causa de nuestra fascinación por su figura: un sujeto descreído pero íntegro, capaz de interpretar el caos para revelarnos una verdad.

Después vino Millenium, la exitosa trilogía de Stieg Larsson que denuncia tanto los abusos contra las mujeres como los privilegios de la elite, tras la cual se produjo el estallido: la industria editorial puso sus ojos en narradores como Camilla Läckberg, Johan Theorin y Asa Larsson. El mayor atractivo de El lado negro de Suecia, de hecho, es la presentación de varios escritores poco traducidos o por completo desconocidos, lo que indica que tendremos relatos policiales suecos (y películas y series) por mucho tiempo más.

Entre los cuentos más sorprendentes está "El regreso", de Tove Alsterdal, que narra el reencuentro de un grupo de compañeras de colegio después de 30 años. Se juntan en el lago Översjön, que fue donde desapareció Lillis, la mejor amiga de la narradora, quien a su vez ha hecho lo posible por borrar los recuerdos de aquella noche fatal.

Por su perfección técnica y delicadeza a la hora de sugerir el tormento doméstico, también resultan admirables "No me desampares ni de noche ni de día" de Malin Persson Giolito y "Nunca en la realidad" de Ake Edwardson. El primero explora la mente de una policía novata que sospecha de que una madre golpea a su pequeña hija, y el segundo deja helado por la forma en que irrumpe la violencia y alegra (sí, da felicidad) al saber que esa mujer agredida ha planeado una venganza perfecta contra su victimario.

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