Una Constitución con sentido de comunidad

Temáticas de la Constitución de la Republica de Chile
FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI / AGENCIAUNO


El ingenioso eslogan "no son 30 pesos, sino 30 años" que se popularizó en este mes, deja de manifiesto que pese a los tremendos avances logrados en el país luego de la recuperación democrática, los sucesivos gobiernos no lograron percibir la tremenda distancia social que se iba generando en el trato desigual dependiendo de los ingresos, en los abusos que se iban constatando de parte de quienes detentaban poder, en los escándalos que protagonizaban las otroras prestigiadas instituciones o la forma desigual en que operaba la justicia dependiendo de la condición social y económica de las personas. Todo esto sin tomar en cuenta, además, el efecto de la inequidad en el acceso a derechos básicos como salud, educación, bienes y servicios.

Masivas manifestaciones por diversas demandas han vivido los gobiernos chilenos desde la recuperación de la democracia. Ninguna, sin embargo, había mostrado los actuales niveles de violencia, junto con una nueva generación que actúa sin miedo alguno para enfrentar a las policías. Ninguna, tampoco, había tenido la capacidad de lograr que un gobierno cambiara por completo su agenda y pusiera en el primer lugar de las prioridades sus demandas. Este fenómeno trae consigo el peligro de instalar la idea de que las manifestaciones pacíficas en sí mismas no han logrado cambiar nunca nada y que, por el contrario, la violencia brutal de estos días, sí lo consigue. Esta delgada línea, que mal enfrentada puede llevar a un estado de permanente ingobernabilidad y a un descalabro social y económico sin retorno, debiera ser considerada por el conjunto de las instituciones y convocar a esta reflexión a la sociedad civil, en el marco de la discusión para una nueva Carta Fundamental.

Pero este debate no puede estar centrado en la necesidad de recuperar la paz y la normalidad con el objeto de retomar una senda de desarrollo que ya ha probado que deja a muchos en el camino. Hay que combatir fuertemente el argumento mañoso que utilizan algunos para desanimar la participación, de que las necesidades reales de las personas no están en la Constitución. La obligación del Estado de construir una sociedad con sentido de comunidad, con derechos y oportunidades para todos, debiera ser punto principal a imprimir en una nueva Constitución que sea legitimada por la ciudadanía y, porque no, el camino real a una pacificación sustentable.

Por otra parte, en las actuales condiciones en que se encuentra el gobierno, con un Mandatario que marca un dramático 9,8% de aprobación, (4 puntos menos que en octubre, según la última encuesta Activa Research), parecería mucho más efectivo y eficiente diseñar una fórmula que contemple un gran liderazgo de los alcaldes y un acompañamiento discreto y a distancia del Ejecutivo. A fin de cuentas, el Presidente Piñera obtendrá el premio mayor si el proceso culmina exitosamente, ya que en su mandato Chile tendrá su primera Constitución en democracia y con participación ciudadana.

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