Una derrota para el Presidente y su coalición

El duro traspié sufrido por el oficialismo en la Cámara de Diputados probablemente obligará a un profundo rediseño en la conducción política del gobierno.



El voto favorable de trece diputados oficialistas resultó fundamental para que la reforma constitucional impulsada por la oposición -mediante la cual se busca autorizar el retiro de hasta el 10% de los fondos de pensiones- lograra el quórum requerido y pueda continuar su tramitación en el Senado. Se trata de una dura derrota política para el gobierno y Chile Vamos, que hasta último momento desplegaron esfuerzos para persuadir a sus parlamentarios “díscolos” de no sumarse a una reforma regresiva y profundamente perjudicial para los intereses de los trabajadores, según han coincidido las principales voces expertas del país.

Se trata de una crisis mayor para Chile Vamos, que ha desnudado graves falencias de conducción política y una manifiesta incapacidad para disciplinar a sus bases, lo que por cierto abre profundas interrogantes sobre la capacidad de dar gobernabilidad en lo que resta de este período.

Es evidente que La Moneda cometió errores manifiestos en la manera como manejó el proceso, enviando señales equívocas que permitieron el desorden en sus propias filas y exacerbaron la ofensiva populista en sectores de la oposición. Desde luego no contribuyó el hecho de que la propuesta del gobierno para ir en ayuda a la clase media apareciera confusa y tardía, lo que contribuyó a dar oxígeno a la idea de echar mano a los fondos de pensiones. Y el hecho de que el Ejecutivo se viera en la necesidad de lanzar una nueva propuesta en la antesala de la votación, respondiendo a presiones de su propio sector, terminó debilitándolo, porque la señal que finalmente queda es que aceptó dejarse presionar, además sin éxito alguno.

Pero probablemente lo que más llama la atención es el excesivo protagonismo que decidió asumir el propio Presidente de la República, quien abruptamente decidió desplazar al comité político de las negociaciones con los partidos de Chile Vamos para liderarlas directamente, prescindiendo de sus ministros. Con ello no solo provocó que ahora la derrota recaiga directamente sobre sus propios hombros, sino que además transmitió la señal de que el comité político carece del tonelaje y experiencia suficiente para liderar negociaciones cruciales. Ello también es de su responsabilidad, pues el diseño de dicho comité responde a las preferencias personales del propio Mandatario.

Se abre ahora la interrogante de si este comité está en condiciones de seguir adelante o será necesario emprender un cambio profundo, donde entonces parece evidente que debería optar por figuras de mayor tonelaje, que tomen un rol mucho más activo en la conducción política del gobierno, evitando la excesiva exposición del Mandatario.

Esta cadena de errores, sin embargo, no exime de responsabilidad a las dirigencias de los partidos de Chile Vamos, cuyas erráticas señales, rencillas internas e incapacidad para disciplinar a sus propios parlamentarios contribuyeron decisivamente en este adverso resultado.

La decisión de este proyecto queda ahora en manos del Senado. Será una prueba de fuego para el Ejecutivo y los partidos de Chile Vamos asegurar que los dos votos oficialistas que allí se requieren para lograr su aprobación -asumiendo que toda la oposición se alineará en torno a esta reforma- no estarán disponibles. Si fallan en eso, entonces el fracaso sería rotundo.

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