Una nueva etapa en Argentina

Alberto Fernández y Cristina K
Foto: Reuters


Argentina inició el martes una nueva etapa tras el fin del gobierno de Mauricio Macri y el regreso al poder del peronismo. Por primera vez en casi 90 años un mandatario no peronista culmina su periodo y traspasa el poder a su sucesor. Nunca desde el retorno a la democracia en ese país, en 1983, un presidente de un signo político distinto al justicialismo había logrado hacerlo. Un hecho que sumado al clima de cordialidad observado entre el mandatario entrante y el saliente en los días previos al cambio de mando, sugiere un ambiente muy diferente al que se observó en la época kirchnerista, marcada por el enfrentamiento y la polarización.

Pero más allá de esas valiosas señales que pudieron observarse en los últimos días –con la excepción de los gestos de hostilidad de la actual vicepresidenta Cristina Fernández al mandatario saliente-, lo cierto es que el nuevo gobierno asume un país en condiciones complejas. La economía argentina enfrenta una contracción para este año del 2,8%, la inflación supera el 50% y la pobreza llega al 40% de la población, es decir, afecta a cerca de 16 millones de argentinos. Y a todo ello se suma que en sus primeros cinco días el nuevo gobierno afronta vencimientos de deuda por 750 millones de dólares. Todo ello abre un escenario de incertidumbre sobre el camino que transitará argentina en los próximos meses y años, más aún a la luz de los antecedentes que exhibe el actual oficialismo argentino en el manejo económico.

Fue precisamente durante sus tres periodos de gestión entre 2003 y 2015, de la mano de políticas asistencialistas y populistas, que se gestaron las condiciones que sumieron al país en una crisis económica que el gobierno de Mauricio Macri fue incapaz de corregir y que finalmente, por errores propios y fallas heredadas, terminó ahondando.

Las señales entregadas hasta ahora generan más dudas que certezas sobre la eficacia del camino elegido por el nuevo mandatario para sacar al país del actual escenario. Al margen de que ya ha adelantado su intención de renegociar la deuda y dilatar los pagos mientras la economía no vuelva a crecer, se han planteado otras medidas como la entrega de bonos, el congelamiento de tarifas y la fijación de algunos precios, las que de prolongarse en el tiempo pueden terminar agravando el actual panorama. Por ello, el primer desafío de Fernández es lograr conciliar sus propuestas con la necesaria responsabilidad en el manejo de las cuentas fiscales que requiere la economía argentina para no seguir arrastrando un desequilibrio crónico que hipoteca la capacidad de crecimiento del país.

A lo anterior se suma otro aún más urgente, el de aclarar las dudas sobre dónde residirá efectivamente el poder durante los próximos cuatro años, si en el presidente o en la actual vicepresidenta Cristina Fernández. Si ello no ocurre será difícil despejar la incertidumbre y transmitir a los actores económicos, políticos y sociales la confianza necesaria para sacar al país de la actual crisis.

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