Una nueva etapa en Estados Unidos

El Presidente Joe Biden enfrenta un duro desafío, pues no solo debe sacar al país de la severa crisis económica y sanitaria que enfrenta, sino unir a una nación profundamente dividida.



Estados Unidos inició ayer una nueva etapa. Con la asunción de Joe Biden como el Presidente número 46 de su historia, se pone fin a uno de los periodos más disruptivos de la historia reciente de ese país. Los 25 mil efectivos de la Guardia Nacional desplegados en la capital estadounidense -cuatro veces el número destinado actualmente a Irak y Afganistán- son una muestra patente del clima en que asume el nuevo Mandatario. Por primera vez en 152 años, su antecesor no estuvo presente en la ceremonia y la gran explanada que une el Capitolio con el memorial de Abraham Lincoln solo lucía miles de banderas, ante la prohibición de asistir al evento por el temor a que ataques como el vivido el 6 de enero pudieran repetirse.

Lo anterior adelanta un mandato complejo, si se considera además que Estados Unidos atraviesa la peor pandemia en más de 100 años, la crisis económica más profunda desde la Gran Depresión y las repercusiones de los peores disturbios raciales en 50 años. Como dijo el propio Mandatario en su discurso, “pocas personas en la historia de nuestro país han enfrentado tiempos más difíciles y desafiantes como los que estamos atravesando hoy”. Un objetivo más arduo aún si se considera que lo deberá hacer en un país donde cerca de un tercio de la población pone en duda la legitimidad de su elección y denuncia, sin evidencia alguna e instigada por el expresidente Donald Trump, un masivo fraude en los comicios de noviembre pasado.

Por ello, la tarea que tiene ante sí el nuevo Mandatario es titánica. No por nada muchos la han comparado con la que enfrentó Franklin Roosevelt en 1933. Asume un país con una economía que se contrajo cerca de un 5% el año pasado, que registró en el segundo trimestre del año pasado la peor caída de su historia (-32,9%) y que enfrenta un desempleo cercano al 7%. Y lo hace, además, cuando la mayor pandemia en más de un siglo -que ya ha causado poco más de 400 mil muertos y 25 millones de contagios- está lejos de llegar a su fin. Más grave aún, este mes se registró el peak de casos desde el inicio de la emergencia, y solo el martes pasado los fallecidos diarios superaron los tres mil. Un panorama que podría frenar la lenta recuperación económica que viene observando el país.

A los desafíos anteriores se suma la promesa de recomponer las relaciones de Estados Unidos con sus aliados tradicionales -seriamente afectadas durante el gobierno de su antecesor- y reinstalar al país en una serie de instancias multilaterales, partiendo por los Acuerdos de París.

Contar con la mayoría en ambas cámaras sin duda ayudará a acelerar la puesta en marcha de su programa, en especial el paquete de 1,9 billones de dólares para enfrentar las consecuencias económicas de la crisis sanitaria y acelerar la vacunación. Pero ello está lejos de garantizar el éxito del gobierno que se inicia, porque probablemente el principal -y más difícil- desafío que tendrá Joe Biden, y al que hizo referencia ayer en su discurso, no es económico ni sanitario, sino político: lograr unir a un país profundamente polarizado y cuya principal amenaza hoy es la violencia interna y no las agresiones externas.

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