Una nueva etapa para Reino Unido y la UE

FILE PHOTO: Britain's Prime Minister Boris Johnson gives a thumbs up after signing the Brexit trade deal with the EU at number 10 Downing Street in London, Britain December 30, 2020. Leon Neal/Pool via REUTERS/File Photo


Cuatro años y medio después del histórico referéndum en que una mayoría de los británicos apoyó la decisión de abandonar la Unión Europea (UE), Londres y Bruselas lograron sellar el último capítulo de su divorcio. Luego de la salida británica de la unión política el 31 de enero de este año, solo faltaba definir los términos de la relación comercial. Un objetivo visto como excesivamente ambicioso por algunos, considerando que las partes tenían solo 11 meses para concretarlo, porque hoy concluía indefectiblemente el plazo para separar definitivamente aguas. Es cierto que el pacto firmado a fines del año pasado permitía que Londres pidiera una extensión en caso de ser necesario, pero no solo el primer ministro Boris Johnson insistió en reiteradas ocasiones que no lo haría, sino que además el plazo para ello vencía en junio de este año y Downing Street nunca mostró voluntad de usar esa carta.

Hasta último minuto las posibilidades de que se produjera un Brexit sin acuerdo estuvieron sobre la mesa. Fue un juego de póker que se llevó al límite, en medio de un creciente clima de incertidumbre y el temor a los efectos económicos que ese escenario tendría. Solo salió humo blanco siete días antes de que venciera el plazo. En qué medida el caos desatado por la decisión de la UE -de cerrar sus fronteras con Reino Unido, tras conocerse la aparición de una nueva variante del coronavirus en suelo británico- aceleró el pacto, es difícil saberlo, pero lo cierto es que las filas de camiones en Dover y los temores de un creciente desabastecimiento adelantaron el colapso que generaría la falta de un acuerdo. Y coincidentemente llevaron a que esa misma semana Londres y Bruselas sellaran el fin de las negociaciones.

Para el primer ministro británico el pacto, que fue respaldado mayoritariamente ayer por el Parlamento de su país es un indiscutido triunfo político. Como había prometido, logró cumplir la voluntad de la mayoría de británicos que respaldaron el Brexit en 2016. Pero en los hechos, el acuerdo está lejos de satisfacer las expectativas de su base más dura de apoyo. No solo Reino Unido seguirá en la práctica sujeto a las normas medioambientales y laborales de la UE, sino que en el tema más simbólico, el de la pesca, se acordó finalmente fijar un periodo de transición de cinco años durante los cuales la UE cederá a Londres un 25% de sus cuotas de pesca en aguas británicas, lejos del 80% que aspiraba Boris Johnson. Y tras ese plazo, las cuotas se negociarán anualmente. Un tema que, según prevén en Londres, traerá conflictos para Downing Street.

Es un hecho que para Reino Unido el Brexit tendrá costos. El propio gobierno británico prevé un crecimiento menor del PIB de 5% en los próximos 15 años producto de la salida de la UE. Además, políticamente el país podría verse debilitado en el escenario internacional. Pero a la vez, como insiste el primer ministro británico, su nuevo estatus le dará más libertad para operar, en especial en futuras negociaciones comerciales -hasta ahora ha renegociado 58 de los 70 acuerdos comerciales que tenía la UE. A la larga, la clave estará en qué pesará más, y en qué medida los costos asociados a la salida del bloque terminen poniendo en cuestión la decisión.

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