Varela style

Varela


Si algo tiene de distinta la última metida de pata del ministro de Educación, Gerardo Varela, de las anteriores, es que se refiere a la vida diaria de las personas. Su extraño sentido del humor, que le trajo tantos aplausos en su era de columnista, le ha venido en contra como ministro. Pero hasta ahora se veía como un personaje "lenguasuelta", y mientras se concentrara en su trabajo sus palabras quedaban en la anécdota, como rápidamente timbró el Presidente para así evitar la crisis que se venía encima.

Pero en este caso, apelar a un bingo para resolver los problemas de infraestructura que poseen los colegios es decir claramente que renuncia a su propio rol de jefe de la cartera que tiene a cargo los colegios públicos. Hay dos elementos de contexto que hacen aún más riesgosa la situación para el ministro. Por un lado, se encuentra en pleno desarrollo el proceso de desmunicipalización e instalación de los servicios locales de Educación, como parte de las reformas. Además de ello, el invierno hace que sea aún más cruda la vida de los jóvenes y niños que deben ir a colegios como el famoso liceo acuático de Coronel, cuyo nombre lo debía a las constantes filtraciones de las lluvias. El mensaje de la autoridad para todos ellos se entendió como que deben arreglárselas por sí mismos.

Esta idea es plenamente consistente con lo que piensan muchos partidarios del gobierno actual, respecto a que muchas personas, si hicieran un mayor esfuerzo, su situación económica mejoraría enormemente. La evidencia numérica contradice dicha afirmación. A los estudiantes de hogares de menores ingresos les cuesta mucho más el colegio, como lo evidencian año a año los resultados de la prueba Simce. Por ello, una inversión pública en colegios vulnerables trae réditos directos en fomentar talentos.

Nada de esto sería problema si no fuera porque Piñera ganó la elección por razones prácticas. A los votantes les pareció mucho más preparado para gobernar y hacer crecer el país que su contrincante y, por cierto, que la administración que iba de salida. Muchos de los nuevos electores de Piñera son personas de comunas populares, que creyeron sinceramente que una mejor gestión de la cartera pública implicaría también que mejoraría la educación y, con ello, se equipararía la cancha, como repitió muchas veces el candidato. El mensaje del bingo es un balde de agua fría para ellos.

Un símil a ello puede ser la famosa frase de los patines de su colega Nicolás Eyzaguirre. En su tiempo fue entendida como que el gobierno opinaba que la educación particular subvencionada tenía que ser castigada. Esta expresión sirvió de combustible para la serie de manifestaciones bien organizadas por una operadora de la UDI, con el objeto de mermar el apoyo al gobierno y evitar la regulación que iba a prohibir el lucro en la educación particular subvencionada. El ministro Varela goza de la suerte de que la oposición no tiene capacidad alguna de organizar algo así entre los apoderados de los liceos públicos.

Pero tampoco el gobierno puede sacar al ministro. Sería reconocer que el Presidente se equivocó en su designación y abriría una verdadera carnicería entre sus partidos por el puesto. El riesgo de repetir el desfile de ministros del gobierno anterior de Piñera es demasiado alto. El mejor negocio para La Moneda es sostener a Varela, mantener la fe en sus reconocidas capacidades como administrador y tener manuales de crisis para cada una de sus futuras salidas de libreto.

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