Ventanas, una bomba que lleva mucho tiempo



Por Sergio Cárdenas, investigador y académico de la Escuela de Ingeniería UCEN

El anuncio del gobierno sobre el cierre de la fundición en Ventanas ha causado grandes controversias. Al comienzo, pareció de sentido común la opción de cierre de una de las plantas que ha sido responsable de la liberación al entorno de contaminantes y de generación de daño a la salud de personas vinculadas a esta empresa, pero a las horas surgieron opiniones opuestas alegando principalmente que bastaba solo con un cambio de tecnología, lo que podría asegurar continuidad laboral a los trabajadores y una notable mejora en la calidad de las emisiones, y por lo tanto, disminución del daño ambiental.

Es mucho más caro cerrar y construir en otro lado, que solo cambiar y actualizar la tecnología de la planta existente en ventanas. Sin embargo, si la fundición no se saca de esa zona la acumulación de material contaminante en aguas, aire y suelos, además de los episodios de intoxicación, disminuirían mucho más lento y quizás nunca a los niveles esperados. Esta planta es una de las responsables de ciertas sustancias en el entorno, como SO2, material particulado y cobre en partículas en suspensión y que caen a la superficie. Al cambiar tecnologías, se lograría una notoria disminución del material contaminante, pero no las eliminan completamente y al sumarse con las emisiones de otras empresas del lugar, se sigue saturando el sector, lo que imposibilita la recuperación que se espera y fue prometida por el estado varios años atrás.

Si revisamos los valores de emisiones promedio mensuales y anuales, todas las empresas del lugar cumplen con las leyes ambientales vigentes, pero al evaluar día a día, son muy comunes los episodios puntuales de aumento de estas emisiones por sobre lo permitido, que en varios casos ronda en valores tóxicos o peligrosos, pero no hay un control claro, ni fiscalización diaria de estas emisiones. El hecho de cambiar tecnología tampoco evita que puedan ocurrir estos eventos, ya que no son predecibles y ocurren por ciertas fallas del proceso que no se evitan completamente ni siquiera con mantenciones adecuadas.

Una sola empresa puede generar estos eventos una vez cada tres meses o a lo menos una vez al año (depende de la antigüedad de los equipos), pero si tenemos un sector con 10 empresas, se multiplica la probabilidad de estos eventos.

Hay variados estudios de la toxicidad que tienen las sustancias emitidas en el sector, como material particulado, cobre y SO2. El mayor daño para las personas ocurre por acumulación en el tiempo y de forma silenciosa a través de varios años y los efectos de esto solo se aprecian cuando el organismo esta tan enfermo que ya no puede recuperarse. Por ejemplo, exposición a niveles elevados, aunque no extremadamente altos de cobre, van generando daños en el organismo como hepatotoxicidad y efectos neurodegenerativos de forma lenta. Esto puede generarse por hasta 30 años y solo entonces aparecen síntomas como enfermedad de Parkinson o Alzheimer.

Mientras mayores son las concentraciones, el daño es mayor y la enfermedad es más rápida. Por lo anterior, no solo es importante sacar la fundición por la gran cantidad de empresas que juntan los efectos contaminantes, sino que hay que sacarla de las cercanías de la población.

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