Vivir peligrosamente

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El triunfo de Bolsonaro no puede mirarse como una simple alternancia dentro del juego democrático. Su discurso intolerante y legitimador de violaciones a los derechos humanos traspasa los mínimos éticos de una sociedad pluralista. En este sentido, constituye una falta de visión política responsabilizar a la izquierda del triunfo de Bolsonaro y no verlo como una derrota del conjunto de las fuerzas democráticas. El centro y la derecha liberal debieran compartir con la izquierda una preocupación común.

Dicho lo anterior, corresponde hacerse cargo del porqué una propuesta como la de Bolsonaro tiene éxito electoral en Brasil, así como la de Trump en Norteamérica, la de Orban en Hungría o la de Salvini en Italia. La respuesta la entrega, en parte, Steve Bannon, uno de los ideólogos de este avance electoral de la extrema derecha en el mundo. Si pudiéramos sintetizar la tesis de Bannon se podría decir que la extrema derecha ha tenido la perspicacia y la audacia, sin abandonar la ortodoxia neoliberal, de asumir, al menos en el discurso, la representación de los perdedores de la globalización neoliberal, y de las inseguridades y precariedades que el mismo modelo ha generado.

Para esta ultraderecha, el adversario sería esa élite acomodada -de derecha e izquierda- que ha construido un "globalismo" sin límites, una zona confortable para ella, pero que deja a la intemperie y en el abandono al "mundo del trabajo" (Trump). La nueva receta trae, así, una cuota de "capitalismo nacionalista" frente a una élite apátrida. El objetivo de debilitar el Estado sigue en el centro, pero desde un retorica más proteccionista. Por su parte, la precariedad de la vida que producen los bajos salarios o la inmigración no es tratada como un asunto de derechos sociales o desigualdad, sino como un problema de seguridad pública. A su vez, se responde a la disolución de los lazos comunitarios que ha traído la expansión del mercado invocando a Dios y la Biblia, y con una efectiva cooptación de la religiosidad popular por parte de grupos evangélicos que, junto con aportar un sentido de comunidad perdido, promueven un fundamentalismo conservador en lo moral y una teología que reconcilia la fe con el consumo.

El modelo neoliberal globalizado construye sus perdedores, pero esos perdedores no son acogidos ni representados por la izquierda, sino por una radicalización desde la derecha. El discurso de la ultraderecha resulta de una gran eficacia, porque se monta sobre las propias fallas y estropicios del neoliberalismo, lo que le permite hablar y conectar con "lo real". La izquierda quiere hablar de las raíces de los problemas, pero la extrema derecha está hablando desde sus consecuencias. En tiempos de ideas en pocos caracteres, el discurso de la izquierda resulta muy largo.

A "vivir peligrosamente" conminaba el Duce. No cabe duda, estamos entrando en tiempos peligrosos.

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