Volver a comenzar



Por Soledad Alvear, abogada

El Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, enfrenta una tarea titánica para recuperar un país quebrado en su convivencia interna, con niveles de cesantía no vistos en varias generaciones, la crisis de confianza en las instituciones, además de una marcada diferencia entre la actividad de los Estados y la del gobierno federal. Peor aún, asume con la desconfianza de millones de norteamericanos que creen en fantasías generadas por el ex Presidente Trump sobre que la elección fue un fraude, y que, por lo tanto, este gobierno es ilegítimo.

Sobre los hombros de Biden también están una agenda legislativa estancada, un Congreso dividido y un Partido Republicano que vive días de turbulencia. Su staff de asesores y nuevos ministros se preguntan con quién se debe sentar a la mesa. Por un lado, están los senadores, algunos muy moderados, como Collins y Romney. Por otro lado, están los republicanos en la Cámara de Representantes, con muchos de ellos alineados con Trump.

Por ahora, las nominaciones para el gabinete avanzan de acuerdo a lo planificado y se discuten algunos proyectos menores. Los problemas que se avecinan son la batalla por el juicio político a Trump, nuevos sistemas de estímulos para la economía en época de pandemia, reformas migratorias, policiales, judiciales y otras que se frenaron durante toda la administración anterior.

Así y todo, la inauguración del período presidencial y las primeras medidas entregan algo de esperanza en el futuro de lo que viene, particularmente por la vía de las órdenes ejecutivas dictadas desde el día primero. Entre ellas están la reincorporación al Acuerdo del París, medidas para enfrentar la pandemia de coronavirus, un nuevo enfoque para el tema migratorio y el combate al racismo en el sistema policial y judicial.

También toca a la nueva administración la difícil tarea de recobrar un papel para Estados Unidos en el ámbito global. La previa ausencia del ámbito multilateral, las difíciles relaciones con aliados tradicionales como la OTAN y el conjunto de Europa Occidental es un tema clave. También se necesita un nuevo comienzo con América Latina. Actos inamistosos como la pasada elección del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), muchas embajadas en el continente sin jefe de misión y ausencia absoluta de interés, no pasaron desapercibidos en las cancillerías de la región.

La historia dirá si lo de Trump fue un paréntesis en la historia norteamericana o si fue un cambio sustancial en su desarrollo institucional y político. El intento de sedición de un grupo de extremistas alimentados por el propio ex Mandatario el pasado 6 de enero fue una alerta roja. El Presidente Biden no es el estadista típico que encanta a las masas. Sin embargo, es un hombre curtido por dolores personales de vida y una gran capacidad de escuchar. No sabemos si será suficiente para enfrentar la grave hora que vive Estados Unidos. Lo que no podemos desconocerle es ser el hombre indicado como pocos por saberse poner en el lugar de otros para liderar.

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