¿Y si fuera al revés?

Kast agresión


Beatriz Sánchez es invitada a dar una charla en la Universidad de los Andes. A su llegada, un puñado de estudiantes la recibe con insultos de grueso calibre. Se trata de un grupo conocido en dicho establecimiento educacional; la mayoría de ellos católicos conservadores, provenientes de la extrema derecha e hijos de familias pudientes, que en su cara le gritaban "comunista", "rota", "feminazi" y otros adjetivos que la denostaban por sus ideas políticas, condición social y también como mujer. Visiblemente consternada y muy asustada, la excandidata intenta buscar refugio en una sala de clases, pero la violencia lejos de parar, se incrementa; al punto de ser agredida físicamente por un par de alumnas. Al final, entre un mar de gritos, escupos y golpes, Beatriz Sánchez logra dejar el lugar.

Las reacciones no se hicieron esperar. Mientras la izquierda condenaba categóricamente el episodio, denunciando la impune agresión a su excandidata por parte de un grupo de cobardes matones, reflejo de la intolerancia y de la peor barbarie en una democracia, la derecha pareció dividirse entre los que reprocharon con timidez lo sucedido y los que sin tapujos justificaron el ataque. Los sectores más conservadores argumentaron que lo sucedido era culpa de la propia Beatriz Sánchez. En efecto, insistieron, qué otra reacción se podía esperar hacia una persona que pretende limitar las ganancias de los sectores más ricos promoviendo el resentimiento y la lucha de clases; cuyo objetivo es destruir la familia, al permitir que los homosexuales puedan casarse y adoptar hijos, y qué decir del aborto, violentando de manera vital a todos quienes ven en la vida humana un regalo de Dios. Tal nivel de odio, sentenciaron, solo puede cosechar más odio.

Fue así, entonces, que algunos dirigentes ultraconservadores salieron públicamente a defender a las agresoras ya identificadas; que los académicos acusaron a Sánchez de utilizar la universidad para su figuración personal; que no pudo aprobarse una moción condenatoria en la Cámara de Diputados e incluso que aquellos líderes más moderados y respetados en la derecha -como es el caso del Presidente del Senado- no resistieron la tentación de contextualizar lo ocurrido.

Solo cuatro cosas. Hay ocasiones cuando es útil mirar los acontecimientos desde otra perspectiva, especialmente para constatar nuestro doble estándar. El ejercicio de un derecho -y ahí está justamente su virtud y dificultad- no está condicionado al agrado o permiso de los demás. Catalogar a la ligera como discurso del odio cualquier idea que nos parezca repudiable o incluso repugnante es también una forma de silenciamiento y censura. No hay más fuerza que la que importan los propios argumentos y eso es lo que sí defienden los demócratas.

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