Zozobra de la Feria Internacional del Libro



La Feria Internacional del Libro de Santiago fue madurando para transformarse en una valiosa iniciativa que permitía aunar esfuerzos del sector compuesto por editores, distribuidores y libreros, para poner a disposición del público no sólo una oferta interesante de títulos, sino que atraer a actividades que permitían una interacción cultural para niños, jóvenes y adultos. Una propuesta tradicional y esperada, que además constituía un importante aporte para fomentar la lectura, pretensión especialmente necesaria cuando en materia educacional la deficiente comprensión de nuestros estudiantes ha sido reiteradamente alertada por los obstáculos que implica para un mayor desarrollo.

Sin embargo, la actual versión de la Feria es el epílogo de un proceso en que las distintas visiones sobre el evento, decisiones y desencuentros de sus tradicionales participes -que se viene arrastrando hace algunos años-, provocaron que perdiera toda su potencia. Y el hecho de que paralelamente se realice otra muestra organizada por quienes desistieron de participar en la Feria, no sólo da cuenta de la profundidad de la división existente en el sector, sino que redundó en una oferta dispersa, de menor calidad y en la que claramente el público y los propios exponentes fueron los perjudicados.

Más allá de las diferentes percepciones que existan sobre lo que debe ser la Feria -tanto en su dimensión cultural y comercial-, es evidente que una industria tan frágil no admite divisiones de esta naturaleza si realmente quiere progresar, y que aventuras voluntaristas a larga no harán sino terminar con ella. Es importante que el sector retome un camino de diálogo y entendimiento, tal que sea posible abordar la realización nuevamente de una Feria que convoque a grandes figuras internacionales, con una oferta de gran calidad y que capte los recursos necesarios para su realización sin arriesgar zozobras.

Sin perjuicio de lo señalado, es necesario replantear el formato actual de la Feria no solo desde un punto de vista organizacional, sino también abriéndose a discutir alternativas que puedan incluir gestión y dirección de entidades ajenas a los actores actuales, que la fortalezcan como polo de atracción cultural. Existen exitosas experiencias en otros países de la región, donde más allá del tamaño de sus mercados y de los vaivenes políticos y económicos, estos eventos se han logrado consolidar.

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