Algunas lecciones que nos dejó el festival




Un festival paritario es posible

Este fue el primer Festival de Viña paritario: lo abrió magistralmente la colombiana Karol G; lo cerró la esperada participación de Nicki Nicole; el tradicional número anglo estuvo a cargo de la reina Christina Aguilera; y las ganadoras de las competencia nacional e internacional fueron mujeres.

No son datos menores. Como hace poco comentó la periodista chilena Rayén Araya, el año 2020 la programación contempló seis artistas mujeres y catorce hombres. En 2019, también catorce artistas hombres, pero solo cuatro mujeres. “Nuevos códigos que van dando paso a estándares mejorados, igualitarios, que además de ser más justos, demuestran que pueden seguir siendo altamente atractivos para el espectáculo y al mismo tiempo, responder a las exigencias de una sociedad, que tal como el Festival, es mitad de hombres y mitad de mujeres. Nada más y nada menos”, escribió Araya en la plataforma 13m, analizando el fenómeno.

La periodista Isabel Plant, crítica cultural chilena y coautora del portal Mujeres Bacanas, añade que en los principales festivales del mundo, el cartel suele ser masculino. “Por eso, que en un festival como el de Viña se haga un esfuerzo por tener más presencia femenina, es algo que se agradece. Más allá de que sea pensado o sea coincidencia, estos gestos se configuran como señales que quedan en el tiempo. Fue un festival súper exitoso en términos de demostrar que las mujeres tienen todo para entregar arriba del escenario”, plantea.

Sí, lo echábamos de menos

En grupos de whatsapp, en Twitter, en almuerzos familiares o salidas con amigos: la conversación sobre el festival está sí o sí sobre la mesa. “En dos años no hubo festival y creo que lo extrañamos. Te puede gustar o no. Puedes ver una noche o puedes ver las seis; verlo cinco minutos o todos los días con un picoteo. Pero está claro que al día siguiente está todo Chile hablando del festival”, añade Isabel Plant.

Una conversación muy presente, incluso a pesar de que esta edición haya sido menos vista que versiones anteriores. De hecho, la Cadem acaba de publicar datos interesantes: según esta encuesta, 58% admitió haber visto el show, mientras que un 42% dijo que no, en comparación al festival del 2020, cuando Cadem señaló que 67% de los encuestados dijo que sí miró el festival por televisión y 33%, que no.

“Pero también tenemos que entender que han cambiado las audiencias y las plataformas desde donde se consume el contenido. Puede ser que menos personas hayan visto el espectáculo por televisión, pero muchas lo vieron en videos de YouTube, o en resúmenes de TikTok. El Festival de Viña sigue siendo la conversación principal por estos días, en distintos estratos sociales y generacionales; solo que ha cambiado la manera de consumirse”, plantea el periodista Felipe Arratia, experto en comunicaciones de la industria del entretenimiento en Chile.

Lo que sigue siendo menos visto son las competencias musicales. Arratia, que acompañó a la banda Laia –las representantes de Chile en la competición folclórica–, añade que no deja de llamar la atención el contraste que se produce entre el tremendo despliegue de producción y trabajo que se lleva a cabo para que los artistas se presenten en la competencia, versus el poco interés que genera. “Es primera vez que estuve dentro del festival desde este rol. La cantidad de ensayos que tienen es impresionante, y no dejo de pensar que muchas veces se invisibiliza la competencia por parte de los medios de comunicación. Me parece que ahí hay una deuda”, plantea.

Somos un monstruo más sensible

Especialmente con los comediantes de esta edición del festival, el público mostró una recepción mucho más amable y paciente. Diego Urrutia, el tiktoker que con una semana de antelación reemplazó a Yerko, fue acogido por el monstruo. Con Belenaza hubo mucha paciencia –años anteriores difícilmente el público habría aguantado tanto–, y con la Laila Roth los asistentes fueron derechamente respetuosos, sensibles con los nervios de la argentina y dejaron que hiciera su rutina. Ya se habrían querido una oportunidad así comediantes como Vanessa Miller, Ricardo Meruane o Jani Dueñas.

¿Qué pasó ahora que fue distinto?

Como explica el periodista Ignacio Lira, especialista en radio y música popular, se está dando un recambio natural de las audiencias y eso incide en que ciertas actitudes –como la lógica del abucheo o de pifiar cada cosa que no nos gusta– se vayan modificando. “Y ese es un cambio para bien. Porque el tema con los comediantes es bien particular: hay humoristas súper respetados de aquí y de afuera que no quieren exponerse a esta presión del monstruo de Viña, porque no lo van a pasar bien, porque te comen los nervios. No es fácil presentarse ante 15 mil personas que no pagaron su entrada para verte a ti”, comenta Lira. A eso, se añade otro factor: “Hoy los públicos más jóvenes desarrollan otras relaciones con los artistas, incluso con los comediantes, a partir de redes sociales donde ves su cotidiano, te involucras más. Y creo que la sensibilidad o el respeto son un factor que va en crecimiento en la medida en que te involucras con el otro”, concluye.

Para la psicóloga Marcela Tolosa, el Festival de Viña nos vino a mostrar un lado más amable de las nuevas generaciones. Por una parte, un público más paciente y respetuoso y, por otro, nuevos modos en los artistas que se subieron a la quinta, que no estábamos acostumbrados a ver. “La simpatía de Karol G, o la valentía y sencillez del humorista Diego Urrutia, son un ejemplo de ello, de comportamientos cercanos, afectuosos y sensibles, y eso provoca empatía. Es un cambio generacional muy valioso. También creo que hubo artistas que no solo convocaron a adultos, sino también a los más chicos, a niños y niñas, como lo fue Tini y Camilo. Y eso le otorga un carácter más inclusivo, familiar, y eso también abre cambios a lo que habíamos estado viendo en otras versiones”, comenta.

Nos merecemos buenos shows (y buenas caras)

Qué bien se sintió ver a Christina Aguilera en el escenario de la quinta. Su impecable calidad vocal, su interacción con el público, sus temas cantados en español, su cuerpo de bailarines a toda prueba, sus cambios de vestuario. Todo. “Fue un show muy completo, con una puesta en escena que tiene que ver con los números de pop un poco más tradicionales. Si bien lo urbano arrasa, en general son propuestas más desprovistas de elementos del escenario. En el género urbano, nadie está con demasiadas bandas, ni demasiados bailarines, ni demasiados cambios de ropa; esa estética pertenece a divas del pop de otra escuela a la que, por supuesto, pertenece Cristina Aguilera. Ese tipo de espectáculo visual le viene muy bien a un festival como Viña”, comenta Ignacio Lira.

Y sí, queremos buenos shows, pero también queremos buenas caras, como la buena onda de Karol G en el escenario, o la buena onda de Christina –aunque fuera en inglés–, o ese posteo en sus redes sociales agradeciendo su “Gaviota Award”. Muy distinto a lo que pasó con el show anglo de la versión pasada, cuando el vocalista de Maroon 5, Adam Levine, bajó del escenario furioso, sin querer recibir las gaviotas, y vociferando cosas del estilo “Fucking town” (ciudad de mierda) y “Assholes” (imbéciles). Son cosas que no se olvidan. Por eso, la noche del debut de Christina en Chile, en el escenario de la quinta, dio pie para que Twitter se llenara de memes en contra de Adam Levine, del estilo “así se hace un show, aprende”.

Lee también en Paula:

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.