“Aprendí que el cuidado de las mamas debe ser antes de los 40″




“Hace unas semanas recibí el mail de una clínica privada que anunciaba y promocionaba un servicio de medicina preventiva para personas menores de 40 años. Aunque nunca he sido buena para detenerme en esos mails tipo promocionales, esta vez decidí pinchar ‘para obtener más información’. Y, después de leerlo detenidamente, me convencí. Rápidamente escribí al mail de contacto y a los pocos días me llamaron para agendar una hora.

Tres semanas después llegué a la clínica puntual. Eran las 8 de la mañana y no tuve que esperar demasiado rato hasta partir con los exámenes de sangre y orina. Luego seguí con el papanicolau y me tocó esperar hasta hacerme una radiografía de tórax, ecografía de abdomen y luego una mamaria.

Cuando vi el listado de exámenes que me harían, todos me hicieron sentido. Fue ahí que me di cuenta de que nunca lo había pensado, pero me gustaba la idea de hacerme una ecografía mamaria. Hasta ese entonces no tenía ningún registro de ellas y, como el hecho de ir llegando a los 40 de alguna manera te va poniendo más alerta, sonaba bien hacerlo.

Crecí escuchando que para prevenir el cáncer de mama hay que hacerse mamografía, sagradamente, a partir de los 40 años. Sabía también que hay excepciones, y que aquellas mujeres que tienen antecedentes de la enfermedad en su familia debían empezar a revisarse antes. Y, crecí también sabiendo la importancia que tiene el autoexamen, cosa que hasta ahora siempre me había realizado. Quizá por eso es que entré tranquila, porque no me sentía en falta. Tengo 37 años, nunca he tenido un dolor ni palpado algo extraño, y en mi familia no hay antecedentes. Todo iba a estar bien.

Estaba en la camilla boca arriba cuando llegó la doctora, una mujer amable de acento ecuatoriano que rápidamente empezó, muy concentrada. Me puso gel y miró atentamente la pantalla. Yo, tranquila, con las dos manos en mi cabeza, me dejaba examinar. Todo iba bien hasta que empecé a notar que me pasaba el transductor una y otra vez por el mismo lugar. Ponía un poco más de gel y volvía a pasarlo. Y advertí algo extraño. Ese examen al que entré tan tranquila, empezó a convertirse en un calvario. En una experiencia aterradora marcada por el frío de ese gel insoportable y por el eterno silencio de quien me examinaba. Yo seguía sumergida en el silencio para no desconcentrar a nadie. Ahí, callada, solo era capaz de ponerme en los peores escenarios.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que abruptamente rompí ese incómodo silencio y le pregunté si todo iba bien. Se demoró en responderme `veo muchos nódulos, pero aún no te puedo decir nada. Déjame terminar`, me dijo. Y yo, obedientemente me quedé callada. No quería desconcentrarla ni medio segundo. Y, avergonzada, me puse a llorar.

Mientras pasaba el tiempo empecé a pensar en cómo había llegado a eso. ¿Por qué es que recién ahora, a mis 37 años, vengo a saber que tengo nódulos? ¿Por qué se nos dice a las mujeres que debemos hacernos mamografía recién a los 40 años? ¿Será que entendí todo mal y llegué tarde a esta revisión? En mi familia nadie ha tenido cáncer de mama, nunca he tenido un síntoma en relación a esos nódulos y sin embargo, estoy acá tumbada boca arriba con una desconocida y muerta de miedo.

Pasaron varios largos minutos hasta que el examen terminó. No debía asustarme me dijo la ecógrafa, porque si bien eran varios los nódulos, no se veían malos. El problema es que como no tenía antecedentes de otras ecografías mamarias, era imposible saber si llevaban ahí años, meses, si eran recientes o si han ido cambiando de aspecto. Y me pregunté cómo es que alguien podría tener antecedentes de ecografías mamarias si nunca le han pedido. Y peor, ¿por qué nunca antes me las habían pedido?

Salí del examen al último paso de esta jornada preventiva: consulta con una doctora que sería la encargada de leerme todos los resultados. Por suerte había salido todo bien. Los nódulos se veían benignos y me tocaba ser responsable y volver a los seis meses para ver si cambiaban de aspecto o tamaño. La doctora me felicitó por hacerme ese chequeo preventivo que, como ella misma me dijo, es precisamente para atajar ciertas en el momento preciso. Y fue enfática en repetirme que sea lo que sea que saliera en seis meses más, seguiríamos estando a tiempo.

Ese fin de semana almorcé con mis amigas del colegio e hice una pequeña encuesta. Y me sorprendí del resultado: de 16, solo 3 se habían hecho ecografía mamaria. No estaba tan mal yo, pensé, así que me fui determinada a advertir la importancia de que todas las mujeres nos hagamos ecografías mamarias. Y que lo hagamos antes de los 40 porque según aprendí ese día, eso puede hacer toda la diferencia”.

Bárbara tiene 37 años y es diseñadora.

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