Arte en el fin del mundo

Lejano, peligroso, fantástico: en el imaginario de los primeros navegantes que hace cinco siglos llegaron a Chile austral, Aisén se dibujaba como un paraíso mítico. Es el eco de esa utopía lo que el proyecto Trapananda quiere recuperar a través de diez artistas contemporáneos de peso internacional que exploran este insondable territorio. Hasta el 20 de febrero en Aisén.




Paula 1140. Sábado 1 de febrero de 2014.

Lejano, peligroso, fantástico: en el imaginario de los primeros navegantes que hace cinco siglos llegaron a Chile austral, Aisén se dibujaba como un paraíso mítico. Es el eco de esa utopía lo que el proyecto Trapananda quiere recuperar a través de diez artistas contemporáneos de peso internacional que exploran este insondable territorio. Hasta el 20 de febrero en Aisén.

Trapananda: así bautizaron los navegantes del siglo XVI a una ciudad ficticia, oculta en las cercanías del Estrecho de Magallanes, en el extremo sur del globo terráqueo. Allí imaginaban la existencia del prometido jardín del edén, que en su versión americana estaba rebasado de oro y plata y cuya conquista valía soportar arduas travesías, incluso exponerse a una muerte gloriosa si era necesario. "Mientras la Patagonia era recién avistada, en Europa se desdibujaban y derrumbaban los mitos. El imaginario fantástico del Viejo Mundo vino a refugiarse a estas tierras", señala el curador Alfons Hug. Reconocido por su participación en la Bienal de Venecia y otras exposiciones de nivel internacional, Hug potencia el mito colonizador en su proyecto de arte Trapananda, realizado en coautoría con el director regional del Consejo de la Cultura y las Artes de Aisén, Mauricio Quercia.

La propuesta concibe la Patagonia chilena como un territorio desde el cual los artistas pueden extraer insospechadas riquezas visuales y simbólicas, para transformarlas en obras que se inserten en el mismo lugar. La idea no es ir a "saquear" el paraíso, sino mirarlo, reinterpretarlo y devolverlo a la comunidad, convertido en arte contemporáneo. "Fue un gran desafío: traer la expresión más contemporánea de la humanidad al borde del vacío humano más absoluto", señala Quercia. Diez artistas protagonizan el proyecto: los chilenos Patrick Steeger, Magdalena Atria, Sebastián Mahaluf, Sebastián Preece, Bernardo Oyarzún, Gonzalo Cueto, Julen Birke y Francisca García; y los extranjeros Olaf Holzapfel (Alemania), y Ricardo Lanzarini (Uruguay). Los participantes trabajaron en seis puntos clave de la zona: Puyuhuapi, Puerto Cisnes, Puerto Chacabuco, Coihaique, Cerro Castillo y Caleta Tortel. Las obras resultantes se reunieron en el espacio de las antiguas edificaciones de la Sociedad Industrial de Aisén, a cinco minutos de Coihaique. La construcción es, en sí misma, una obra fuertemente cargada, pues corresponde a las dependencias de la primera concesión pastoril para la industria ganadera que hubo en Aisén, en 1904.

En los distintos recintos de esta arquitectura se están exponiendo algunas piezas que fueron construidas directamente para exhibirse en ese espacio y también videos que muestran obras y acciones realizadas en localidades apartadas. Uno de los trabajos que se conectan más directamente con el sentido narrativo del mito es el de Patrick Steeger, quien realizó la obra La utopía de la expedición. Se trata de la construcción de una dalca (especie de bote) que utilizó para navegar desde Puyuhuapi hasta Puerto Cisnes. Otro de los trabajos realizados en pleno terreno es el de Olaf Holzapfel y Sebastián Preece, quienes levantaron en terrenos de Cerro Castillo una estructura de madera siguiendo las técnicas básicas de construcción que utilizan los arrieros y campesinos de la zona. El uruguayo Ricardo Lanzarini interviene con sus característicos dibujos a gran escala, de cuerpos deformados y curvilíneos, directamente sobre la pared oxidada del barco Viña del Mar, encallado hace años en el borde costero de Puerto Chacabuco.

El resto de los trabajos son intervenciones y objetos realizados dentro del complejo industrial, pero que incorporan elementos visuales y conceptuales del entorno. En Fracciones impropias Bernardo Oyarzún desplaza un trozo de vegetación nativa a una de las salas de exhibición. También Magdalena Atria realiza un desplazamiento de tres rocas extraídas del entorno, las que modifica con su característica intervención con plasticina, reproduciendo la idea del liquen que crece sobre la piedra. En una línea análoga, Julen Birke elabora la obra Cerco de tusón, que alude al sistema de armado de cercos usado en el sur de Chile, que permite delimitar la naturaleza vegetal y la presencia animal. Pero siempre el accidente hace que un tusón de oveja quede atrapado en el alambre de púa, delatando la transgresión del límite. La obra Espacio excedente, de Sebastián Mahaluf, es una instalación hecha con dos mil metros de elásticos que salen desde el interior del recinto hacia el exterior, donde están atados a 32 estacas. El trabajo reflexiona sobre las infinitas posibilidades de expansión del espacio.

"Mientras algunos siguen mirando con grandes expectativas hacia Nueva York y Berlín, como si desde allá viniera la salvación, nosotros preferimos pensar el mundo desde su fin", dicen los autores del proyecto Trapananda.

La obra Espacio excedente, de Sebastián Mahaluf, es una instalación hecha con dos mil metros de elásticos que salen desde el interior del recinto hacia el exterior, donde están atados a 32 estacas. El trabajo reflexiona sobre las infinitas posibilidades de expansión del espacio.

El uruguayo Ricardo Lanzarini interviene la pared oxidada del barco Viña del Mar, encallado hace años en el borde costero de Puerto Chacabuco, imprimiendo sobre ella sus característicos dibujos a gran escala. La obra se titula Desembarco curvilíneo.

Lejos de todos los circuitos, ajeno al glamour y charme del evento social, Trapananda sumerge la creación artística en lo más prístino e inconexo, llevándola hasta donde sea posible, hasta donde haya lugar para presenciar la obra", explica el curador Alfons Hug.

La dupla conformada entre el alemán Olaf Holzapfel y el chileno Sebastián Preece unió sus distintos acercamientos a la construcción de habitáculos para levantar una estructura de madera siguiendo las técnicas básicas que utilizan los arrieros y campesinos de la zona.

La chilena Julen Birke elabora en su obra Cerco de tusón un sistema de cercos que permite delimitar la naturaleza vegetal y la presencia animal.

En Fracciones impropias Bernardo Oyarzún desplaza un trozo de vegetación nativa a una de las salas de exhibición.

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