Cómo la pandemia nos enseñó a revalorizar la salud




Cada 7 de abril se conmemora el Día Mundial de la Salud, para recordar la fecha en la que se fundó la OMS. Pero tras más de un año de vivir en pandemia, y haber pasado varios meses en cuarentena, no se puede negar que la salud es uno de los aspectos que más se han redefinido y revalorizado durante este periodo. ¿De qué hablamos cuando hablamos de salud, en un mundo en el que estar sano va más allá de estar libre de enfermedades físicas?

Antes de la pandemia, las calles y veredas se veían vacías los fines de semana por la mañana. Uno que otro corredor, especialmente en cierto sectores habilitados para hacer deporte, pero poco más que eso. Pero tras la llegada de la “segunda ola” del Covid-19 a Chile, el panorama cambió drásticamente. A través del programa Elige Vivir Sano, el gobierno permitió la realización de deporte al aire libre entre las 6 y 9 de la mañana, en aquellas comunas en Fase 2 y Fase 1. Según una encuesta publicada esta semana por la Universidad San Sebastián y el programa Elige Vivir Sano, realizada a adultos de la Región Metropolitana, un 77% de las personas está de acuerdo con que exista este espacio para la actividad física, mientras que solo un 22% dice usarlo.

Esto coincidiría con los tiempos previos a la pandemia, en cuanto según Elige Vivir Sano, hasta entonces el 20% de las personas decía hacer algún tipo de deporte durante el día. Pero no deja de ser impresionante salir a las siete de la mañana y ver las calles llenas de corredores y ciclistas, y ya desde las ocho ver niños andando en bicicleta y familias completas aprovechando este horario de respiro, donde además se potencia la actividad física.

Pareciera haber una diferencia, al menos desde la motivación de las personas que salen a caminar, andar en bicicleta o trotar por las calles. Considerando que el 40% de las personas que ocupa estos espacios al aire libre lo hace para caminar, y no para hacer deporte de alta intensidad como correr o subir cerros en bicicleta, se puede esbozar que el objetivo no está en el peso, ni en prepararse para una carrera, sino que en salir, ya sea solos o a encontrarse con vecinos y vecinas en la calle. Porque si algo aprendimos este año, es que la salud mental es tan importante como la fisiológica, y que para cultivarla el deporte es tan útil como para mejorar el rendimiento físico.

Y es que realizar este tipo de actividades al aire libre ayuda a gastar energía que podemos tener acumulada, liberar tensiones e, inevitablemente, hacernos sentir mejor. Más aun si acompañamos estas caminatas con playlists pensadas en la meditación, por ejemplo, o tratamos de practicar mindfulness mientras paseamos, para interiorizar el verdadero privilegio para nuestra salud que significa poder estar afuera, aunque sea por unas horas.

Durante la pandemia, además, se reforzó la idea de que la salud de nuestra comunidad es tan importante como la propia, y que cuidándonos también estamos cuidando a los demás. Así, mientras que algunos ayudaban a sus vecinos adultos mayores, o sea preocupaban de que sus propios abuelos y abuelas tuvieran lo necesario para subsistir durante las cuarentenas, la gran mayoría entendió que el uso de las mascarillas y el respeto del distanciamiento social no solo son medidas que van en pos de nuestra propia salud, sino que además de la de la comunidad.

El problema -que siempre existió pero del que muchos se percataron en el camino- es que no todas las comunidades tienen acceso a los mismos resguardos. Porque mientras que en algunos barrios, lo común fue que la gran mayoría se quedara teletrabajando, en otros simplemente no era una opción válida. No por nada, la campaña con la que la OMS conmemora este Día Mundial de la Salud, es “Construir un mundo más justo y saludable”.

Según escriben en su sitio oficial: “En todo el mundo, algunos grupos no solo tienen acceso limitado a servicios de salud de calidad, sino que también luchan para llegar a fin de mes con pocos ingresos diarios, tienen un acceso más deficiente a condiciones de vivienda seguras y educación de calidad, menos oportunidades de empleo que paguen un salario digno, desigualdad, y tienen poco o ningún acceso a entornos seguros, agua y aire limpio y servicios de salud, y sufren discriminación étnica y de género. Estas condiciones pueden provocar sufrimiento innecesario, enfermedades evitables y muerte prematura”.

Fue en esa misma línea que en 2012, The Incy Institute publicó su reporte What is a Healthy Community? -¿Qué es una comunidad saludable?-. “Una comunidad saludable es una en la que todos los residentes tienen acceso a educación de calidad, hogares seguros y saludables, empleos adecuados, transporte, actividad física y nutrición, sumado a un servicio de salud de calidad. Las comunidades no saludables llevan a enfermedades crónicas como el cáncer, diabetes y enfermedades cardíacas. La salud de nuestras comunidades es un aspecto crítico del crecimiento y desarrollo de nuestra región”.

Nos hemos dado cuenta que para estar sanos y para sobrellevar esta pandemia tenemos que cuidarnos a nosotros mismo y también a nuestra comunidad. Pero también se hizo evidente la importancia de que comunidades más pobres, donde los recursos escasean y donde gran parte de la población vive con sueldos bajos y trabajos que dependen de su presencia, puedan cuidarse también.

Tal como expresan desde la OMS: “Covid-19 ha golpeado duramente a todos los países, pero su impacto ha sido más severo en aquellas comunidades que ya enfrentan una vulnerabilidad significativa, que están más expuestas a la enfermedad, tienen menos probabilidades de tener acceso a servicios de atención médica de calidad y más probabilidades de experimentar consecuencias adversas debido al resultado de las medidas implementadas para contener la pandemia”.

Y aquí, una vez más, la salud mental cobra protagonismo, porque ¿cómo le pides a una persona que vive con su familia completa en 40 metros cuadrados, que tiene que buscar formas de implementar las clases virtuales de sus hijos y al mismo tiempo de trabajar de alguna forma para poder sostener a su familia, que se de unos minutos para meditar todas las mañanas? ¿O que se deje un espacio en el comedor para hacer actividad física? Sin ir más lejos, en agosto del año pasado, la Directora Nacional Técnica de Apoyo, Cuidado y Desarrollo de Autonomía del Hogar de Cristo, María Isabel Robles, nos contaba que no más del 19% de las personas que necesitan apoyo para la salud mental tienen acceso a éste.

2020 fue un año que nos llevó a replantear lo que entendemos como salud. En parte la nuestra y los cuidados que tenemos que tener para poder mantenerla, pero también la de los demás y lo que deberíamos hacer para ayudar a nuestros vecinos a cuidarse. También sentó precedente de que no todos se pueden cuidar de la misma forma, y que esa es una tarea pendiente.

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