Nicarelly Quezada, vecina de Puente Alto: "La gente vive hacinada, si se contagia uno se contagian todos"

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Tras el aumento de casos de coronavirus en Puente Alto, la zona poniente de la comuna entrará en cuarentena obligatoria este jueves 9 de abril a las 22 horas. Nicarelly Quezada (33) cuenta cómo esta crisis está afectando gravemente a su familia y sus vecinos y el miedo al contagio que siente junto a sus compañeras de trabajo. "No nos sentimos seguras", afirma.




Nicarelly (33) nació y creció en Puente Alto junto a su hermana y su mamá, quien trabajando como empleada doméstica, cuenta, logró darles todo lo que necesitaban. Actualmente vive a pocas cuadras de ellas junto a su marido y sus dos hijas de 12 y 4 años en una población definida dentro de lo que el gobierno clasifica como la zona poniente de la comuna, en donde regirá desde mañana la cuarentena obligatoria.

Trabaja como reponedora externa en distintos supermercados de Puente Alto y en su casa, desde que estalló el brote de coronavirus, sus hijas no salen a ninguna parte. Su marido, trabajador asalariado en construcción, está sin ingresos tras suspenderse la obra en la que estaba y ella actualmente es la única sostenedora. Todos los días a las siete de la mañana agarra su mascarilla, sus guantes, su botellita de alcohol gel y parte en micro al supermercado que tiene asignado.

Cuando llega a su casa, a eso de las tres de la tarde, pasa directo al baño, deja su ropa aparte y se ducha para poder saludar a sus hijas. Su trabajo, con el estallido social y la crisis por Covid-19, se ha vuelto cuesta arriba. Antes fueron los saqueos, ahora el miedo a contagiarse: hace un par de día se enteró de que una compañera dio positivo en el examen.

"Entramos un poco en pánico porque la mayoría somos mujeres con hijos. Cuando supimos que había una contagiada, le reclamamos al encargado del local en el que ella trabaja y le pedimos que lo cerrara, porque no basta con desinfectar. Pero su respuesta fue que nos quedáramos tranquilas, que no va a pasar nada. Pero yo veo que solo importan los números, porque es uno de los supermercados con más público. ¡Ahora hay enormes filas! Lo que me preocupa es que da lo mismo si una usa mascarillas y toma distancia si los clientes acá en Puente Alto entran sin ninguna protección, no respetan el aislamiento y solo quieren comprar kilos de comida. Además, como la gente reclama por la espera, los guardias dejan entrar a grupos más grandes. No nos sentimos seguras", dice Nicarelly.

Lo que más le preocupa es la desinformación que ve en sus vecinos y en los clientes con los que se relaciona, una realidad totalmente distinta a lo que se vive en el sector oriente de Santiago. "Muchos creían que este virus era un invento para acallar el estallido y que en realidad no existía, porque no conocían ningún caso de contagio y nadie le tomaba el peso. Acá hay muchas poblaciones donde la gente vive hacinada, entonces si se contagia uno se contagian todos. Pero siempre nos dejan para lo último. No deberían haber tardado tanto en tomar medidas, porque acá la gente sigue juntándose y haciendo fiestas, y no veo a nadie fiscalizando", dice.

Esta mañana, mientras viajaba en micro de un supermercado a otro, una pareja con un niño de ocho años se subió a vender dulces de miel. Contaban que vivían en el sector donde va a regir la cuarentena, que tenían niños que alimentar y que si no vendían se iban a ver obligados a asaltar. "Acá mucha gente come con lo que trabaja en el día y que los obliguen a hacer cuarentena es terrible", dice Nicarelly.

Hace unas semanas, veinte compañeras de su trabajo fueron desvinculadas sin finiquito por negarse a recibir un celular que iba a controlar por GPS todos sus movimientos entre supermercados. Les parecía que era una medida controladora, porque los traslados en micro siempre demoran más de lo que los empleadores exigen. Nicarelly también fue una de las que no firmó, pero aún no formalizan su despido. "Tengo rabia porque son muchos años de trabajo", dice. A pesar de la cuarentena, tendrá que seguir yendo a trabajar con un salvoconducto. "Como tengo miedo a que me despidan, prefiero quedarme callada".

Nicarelly no ve la hora en que la crisis termine y todo vuelva a ser como antes: que su marido pueda retomar su trabajo, que sus hijas puedan ir al colegio y no las bombardeen más con tareas online, que pueda abrazar a su hermana y a su mamá. "Tengo una carga tremenda y me siento estresada. Es el momento más difícil que nos ha tocado vivir. Yo tengo que saber darles de comer a diario a mis niñas y si me despiden se va a poner todo cuesta arriba".

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