El rey de la jungla

Creció haciendo piruetas de breakdance sobre una plancha de cholguán y formó la banda precursora del hip-hop en Chile: Panteras Negras. Lalo Meneses es un testigo privilegiado de 30 años de cultura musical y política, trayectoria que la editorial Ocho Libros acaba de inmortalizar en Reyes de la jungla, publicación imperdible para entender cómo fue que el rap y el grafiti saltaron desde la marginalidad, a los barrios de todo el país. Acá habla Meneses.




Paula 1168. Sábado 28 de febrero de 2015.

Creció haciendo piruetas de breakdance sobre una plancha de cholguán y formó la banda precursora del hip-hop en Chile: Panteras Negras. Lalo Meneses es un testigo privilegiado de 30 años de cultura musical y política, trayectoria que la editorial Ocho Libros acaba de inmortalizar en Reyes de la jungla, publicación imperdible para entender cómo fue que el rap y el grafiti saltaron desde la marginalidad, a los barrios de todo el país. Acá habla Meneses.

Cuando la periodista musical Marisol García y la editorial Ocho Libros convocaron en 2011 a Eduardo "Lalo" Meneses a escribir reyes de la Jungla –la publicación que a través de relatos e imágenes narra la historia de la banda que hace 30 años fue precursora del hip-hop en Chile, Panteras Negras–, no lo dudó. Hace rato que quería dejar un testimonio sobre el movimiento cultural y político que encabezó junto a sus amigos allá por 1985, en la población que lo vio crecer: la Huamachuco, en Renca.

Lalo Meneses es un representante de ese Chile marginal que resistió la dictadura. Mientras las tanquetas de los militares se tomaban el barrio, jóvenes como él –en ese entonces de entre 14 y 18 años– hacían la cimarra para conocer Santiago en micro, viajando "de paradero en paradero", y para bailar breakdance en las esquinas, como en el pasaje Bombero Ossa, en el centro de Santiago. Sobre una plancha de cholguán, con una radiocasetera a pilas y en patios de tierra, ensayaban las piruetas que habían nacido una década antes en los guetos subversivos que conformaban afroamericanos y latinos en Nueva York y que ellos descubrieron viendo televisión. Poco a poco, Lalo entró a la cultura callejera del breakdance, del rap y del grafiti. Y también a una estética musical y política que años más tarde lo llevaría a sumarse a las filas del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y a viajar por el mundo haciendo electric boogie. "Son bailes con deslizamientos, ondas, cortes y mimos. Encontrarme con ese mundo a los 14 años me abrió un camino sin vuelta atrás. En la Huama, estábamos listos para ser delincuentes, drogadictos, pero la música nos salvó", dice en el libro.

¿Cómo era la vida en la población Huamachuco cuando ustedes comenzaron a hacer hip-hop?

Vivíamos en zona de guerra. Pero había una cultura poblacional solidaria que a nosotros nos nutrió. La primera batería digital Casio RZ-1 que tuvimos con Panteras Negras nos la pasó Pedro Foncea, de De Kiruza. Y él la había heredado de Jorge González. La gente se hablaba de ventana a ventana. Y tú veías la ropa colgada del otro y le decías que pusiera las prendas al revés para que no se le tiñeran con el sol. El hip-hop sobre todo es cultura de barrio.

Ahora el hip-hop también se hace en el barrio alto. Es más transversal.

A mí me gusta ver a los cabros del barrio alto rapeando. Pero esto es igual que con el folclore; no podemos olvidar que partió en el campo, como tampoco que el hip-hop es cultura del gueto. Quien quiera ser bueno y meterle poesía, va a tener que llegar al origen del asunto, porque el break y el rap son una filosofía de vida. Hay mucho talento en las generaciones jóvenes. Me gustan grupos como Proyecto Rama, de Linares; Bascur, de Puente Alto; Los Incultos, de Quilpué; Los Morteros, de Quilicura; los Chichamánicos, de la V Región y Luanco, que canta en mapudungún.

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